Polonia vive una campaña electoral de cine. El martes tocó película de espías. Tras el vuelco en los sondeos que siguió al triunfo por goleada del candidato opositor, Donald Tusk, en el debate televisado, el Gobierno del ultraconservador Jaroslaw Kaczynski no dudó en recurrir a las malas artes. La Oficina Central Anticorrupción convocó a la prensa para divulgar un vídeo grabado con cámara oculta que mostraba a la diputada liberal Beata Sawicka aceptando un soborno de 100.000 zloty (unos 27.000 euros) por su participación en una operación inmobiliaria en un solar de propiedad militar.

Las imágenes, que rápidamente dieron la vuelta al país, eran inequívocas, y el delito, flagrante. Poco habría que objetar si no fuera porque se grabaron el pasado 8 de septiembre y no se difundieron hasta cinco días antes de las elecciones, mucho después de que Sawicka hubiera sido detenida y expulsada de su partido, y justo cuando Kaczynski perdía fuelle. El director de la oficina, Mariusz Kaminski, alegó "razones técnicas". Tusk, por su parte, comparó los métodos de Kaczynski con los tiempos del comunismo.

Ayer hubo melodrama. La diputada convocó una rueda de prensa que empezó con lágrimas y que culminó con un desmayo. Pidió perdón a su familia, a Tusk y a sus compañeros de partido, y dijo que le "había perdido la fascinación personal" por el funcionario de Anticorrupción que participó en la operación.

Por otra parte, un sondeo del diario Dziennik revela que a los polacos no les preocupan los grandes temas de la campaña. Un 86% de los encuestados pide autopistas; un 80%, que suban los salarios y las pensiones; un 70%, acceso libre a internet. En la cola, el ingreso en la zona euro (20%) y el endurecimiento de la ley del aborto (18%).