El desconcierto asoma nada más poner el pie en el aeropuerto internacional de Erbil. El aterrizaje en el que pasa hoy en día por ser el país más violento del mundo se produce atravesando una flamante y luminosa terminal aeroportuaria, con unos funcionarios, tanto en el control de pasaportes como en las aduanas, que se esfuerzan en mantener las buenas maneras y la cortesía. Un desvencijado Boeing-727 verde intenso --el color de las líneas aéreas iraquís-- aparcado en la pista y muy probablemente con más de dos décadas de existencia, es todo cuanto permanece en el aeródromo de la capital del Kurdistán iraquí de la sordidez que se ha ido adueñando del resto de Irak, país castigado desde la década de los 80 por una interminable sucesión de guerras y sanciones internacionales.

Bienvenidos a Erbil, una de las principales ciudades de Irak, pero también la capital del Kurdistán autónomo, ese hecho nada accidental que marca la diferencia.

LIMPIEZA SECTARIA Puede que a solo 350 kilómetros de aquí, en la capital, Bagdad, la limpieza sectaria haya obligado a emprender el camino del exilio a parte de sus habitantes; puede que a un centenar de kilómetros, en Kirkuk, sunís y kurdos, con el permiso de turcomanos, se disputen a muerte el control de una ciudad asentada sobre riquísimos yacimientos de petróleo. Puede que a 200 kilómetros, en un pequeño poblado al oeste de Mosul, el pasado agosto, aconteciera el peor atentado del que se tiene memoria en Irak, con cerca de 500 fallecidos.

Pero Erbil, protegida por una red de controles policiales que seccionan sus vías de acceso, ha conseguido mantenerse ajena a la violencia que la asedia, y camina con paso firme hacia lo que muchos ya llaman el nuevo Dubai, el paraíso medioriental de los negocios y el ocio, con permiso, eso sí, de Turquía y de la rampante corrupción existente.

No hay más que hacer una pequeña incursión en el centro comercial New City, abierto en el 2006 y presidido por una pantalla gigante que proyecta sin pausa vídeos publicitarios, para darse cuenta de que hoy en Erbil, los negocios están al alza. Es viernes, y el lugar está a rebosar de clientes que en el supermercado de la primera planta se aprovisionan de alimentos, en la boutique de la segunda adquieren ropa y en el restaurante de la tercera conversan ante un plato de comida. "Incluso tengo amigos sirios que han venido a Erbil a trabajar", puntualiza Omar Sabih, supervisor del supermercado.

BENEFICIOS ELEVADOS Según Sabih, los beneficios que se obtienen "son elevados" --aunque se niega, por razones desconocidas a decir a cuánto ascienden-- y el único nubarrón que pende sobre el futuro del centro comercial es un hipotético embargo económico turco que obligue a importar desde Siria, Jordania o Dubai, con precios mucho más caros. Y es en la sección de ropa infantil, donde encontramos la prueba fehaciente de la prosperidad que asoma en Erbil. Una inmigrante del sureste asiático se encarga de atender a los clientes, una imagen ya familiar en la opulenta Dubai.