Los socialdemócratas alemanes quieren cambiar de dirección, y quieren hacerlo hacia la izquierda. En el congreso anual que celebran este fin de semana en Hamburgo, el partido ha cerrado filas detrás de su presidente, Kurt Beck, reelegido ayer tras un año y medio en el cargo. Una reelección que simboliza la apuesta definitiva por un cambio de rumbo.

En este congreso, los socialdemócratas quieren reforzar a su dirección y aprobar un nuevo programa de base. Estos cambios pueden traer más de un quebradero de cabeza al Gobierno alemán que, desde hace dos años, comparten los socialdemócratas con los conservadores de Angela Merkel.

Con la elección de Beck --95,5% de los votos-- el SPD zanjó las luchas internas de las últimas semanas. Las disputas por la introducción de reformas en la denominada Agenda 2010, entre el sector más izquierdista, representado por Beck, y el más pragmático y centrista, representado por el vicecanciller y ministro de Trabajo, Franz Müntefering, amenazaban con aguar el congreso.

Beck agradeció a Müntefering que hubiera sido "tan consecuente e inteligente" como para aceptar la necesidad de cambios programáticos. El reelegido dirigente atacó con fuerza a los socios conservadores y subrayó la necesidad de recuperar, "con cuidado y sin dar pasos atrás", el perfil social del SPD.

RECORTES El espaldarazo definitivo a Beck se lo dio el excanciller Gerhard Schröder. El padre de la Agenda 2010 aceptó, en el discurso inaugural del congreso, los cambios propuestos por el presidente del SPD: "La Agenda 2010 es un instrumento, no un objetivo y, por tanto, está sujeta a cambios", afirmó Schröder.

El "instrumento" dio buenos resultados prácticos, pero su tendencia centrista y los recortes sociales que conlleva condujeron a la pérdida de decenas de miles de votos. La primera modificación de la Agenda 2010 --hasta ahora intocable-- que Beck propuso y ayer fue apoyada por el partido es la prolongación del subsidio de desempleo a los mayores de 50 años. El apoyo total a un cambio de rumbo en el partido deberá llegar mañana con la aprobación de un nuevo programa de base.

Pero los socialdemócratas lo van a tener difícil para recuperar su popularidad. A pesar de haber obtenido logros importantes en la gran coalición, los méritos acaban cayendo siempre del lado de la CDU y de la cancillera, de la que ya se dice que se ha socialdemocratizado.

Además, el SPD tiene un rival a la izquierda. Dirigido por el exsocialdemócrata Oskar Lafontaine, el renovado partido Die Linke, que agrupa a los excomunistas y a una escisión izquierdista del SPD, ha asumido el rol populista de izquierda y social que monopolizó el SPD. "Nosotros somos los originales, los demás son el plagio", dijo ayer Schröder.

Ahora, los ministros socialdemócratas tienen por delante lo más difícil: defender el nuevo rumbo del partido frente a sus socios de Gobierno. Los subsidios, pero también la privatización de los ferrocarriles, así como el salario mínimo o la misión en Afganistán, causarán más de un conflicto.