Argentina ha celebrado esta semana 25 años de democracia en medio del aturdimiento. Una escandalosa sesión parlamentaria (la aprobación del blanqueo de capitales), una marcha contra el hambre que hizo colapsar la ciudad de Buenos Aires y los relámpagos del conflicto social y la crisis económica que se dibujan en el horizonte opacaron la relevancia de la fecha.

Raúl Alfonsín asumió la presidencia el 10 de diciembre de 1983, el día internacional de los Derechos Humanos. "Con la democracia se come, se cura y se educa", aseguró una y otra vez. Esa confianza excepcional en el poder redentor de las instituciones, tras años de dolor, caló hondo en el alma de los argentinos. Y, por eso, aquel diciembre fue percibido como una auspiciosa alborada.

El entusiasmo se fue debilitando con el tiempo. Hubo, en medio, de todo: dos hiperinflaciones, tres intentos de rebelión castrense, un histórico juicio a los jerarcas de la dictadura y el posterior manto de impunidad que protegió a los autores de crímenes atroces, dos presidentes que tuvieron que irse del Gobierno antes de tiempo (Alfonsín y Fernando de la Rúa, otro radical), dos atentados del terrorismo internacional y un colapso económico que estalló a fines del 2001 pero que venía incubándose a lo largo de toda una década. Las expectativas inaugurales de aquel 83 no se han cumplido. "Pero la idea de no volver atrás se hizo ya carne social", aseguró la revista Ñ.

Argentina, en este cuarto de siglo, ha atravesado varios ciclos pendulares: fue de los anhelos socialdemócratas al tatcherismo, de la impunidad para los represores a su castigo. Algo persistió como hilo conductor. "La libertad ha sido uno de los grandes logros obtenidos", dice Alfonsín, a los 80 años.

Pero este progreso, recuerda, no alcanza a más de dos tercios de la población. Para el expresidente, "aunque sea duro reconocerlo, la libertad es un beneficio del que disfrutamos los que no tenemos hambre, los que podemos dormir en una casa sin temor al frío o la lluvia". Y por eso se pregunta: "¿Cómo formar ciudadanos democráticos cuando están sumidos en la desesperación?".

Los 25 años de democracia coinciden con el primer año de Gobierno de Cristina Fernández de Kirchner. Quizá añoró la popularidad perdida de más del 50% con la que tomó las riendas del poder. Las expectativas sociales de un salto institucional y de una creciente mejora en la calidad de vida se hicieron añicos por conflictos internos y los efectos del desastre mundial. "Sigo esperando que las cosas se calmen para poder dejar de marchar y dedicarme a escribir. Pero no se calman". Quien dice esto es la novelista Raquel Robles, cofundadora en los 90 de la agrupación HIJOS de desaparecidos.

Crecer sin traumas

Robles nació a mediados de los 70. Hay otra generación que vio el mundo en 1983 y ha crecido sin sus traumas. Los que hoy tienen entre 11 y 15 años ya perciben la democracia como algo que ha estado siempre. Y tal vez por eso, o por todo lo que falta, una reciente encuesta revela que apenas el 35% de ellos cree que es siempre el mejor sistema de Gobierno.