Las elecciones son para la socialista Ségolène Royal una prueba crucial. Para optar de nuevo a la carrera hacia el Elíseo, debe mantener a toda costa la presidencia de Poitou-Charentes. Sin embargo, pese a que las encuestas la dan como ganadora en su región, en el ámbito nacional, ha sido desbancada por su antiguo rival en las primarias, Dominique Strauss-Kahn. También aparece en las encuestas por detrás del alcalde de París, Bertrand Delanoë, la secretaria general del partido, Martine Aubry y su excompañero, François Hollande.

La que era una de las principales virtudes de Royal, su independencia frente al aparato del partido, es ahora un grave problema. El 74% de los franceses estiman que la excandidata se ha convertido en un handicap, y el 62% consideran que debería defender las posiciones del PS, de las que disiente a menudo. Además, Royal afronta su travesía casi en solitario. El que fuera su portavoz, Julien Dray, y algunos barones territoriales se han distanciado de la excandidata. Otros, como el eurodiputado Vincent Peillon, han dado un sonoro portazo.