Dos kamikazes sembraron ayer de nuevo el dolor y la muerte en Irak. Al menos 48 miembros de las fuerzas de seguridad perdieron la vida en un doble atentado en el oeste de Bagdad, en pleno proceso de retirada de las fuerzas estadounidenses de combate del país y en el contexto de un vacío de poder, por la incapacidad de formar un Gobierno de coalición, cuatro meses después de la celebración de las elecciones legislativas.

El atentado más mortífero ocurrió a primera hora de la mañana, cuando un suicida vestido con la tradicional dichdacha (la túnica árabe larga) activó su carga explosiva en medio de milicianos sunís --encuadrados en los llamados sahwa o consejos de salvación-- que esperaban recibir su paga en una base militar de Radwaniya, localidad situada 25 kilómetros al oeste de Bagdad. Murieron 45 de ellos.

Dos horas más tarde, otro kamikaze llevó a cabo una acción similar en Qaim, a 440 kilómetros al oeste de Bagdad, cerca de la frontera con Siria. En el ataque murieron dos milicianos y un policía. Otras seis personas resultaron heridas.

El doble atentado contra las progubernamentales milicias sunís convierte la jornada de ayer en la más mortífera desde el pasado 10 de mayo, cuando cuatro coches bomba hicieron explosión casi simultáneamente en el aparcamiento de una fábrica textil en Hilla, a 95 kilómetros al sur de Bagdad, a la hora de la salida de los trabajadores. Murieron entonces 53 personas, y otras 157 resultaron heridas.

También la semana pasada, al menos 70 personas perdieron la vida en Bagdad en tres atentados contra peregrinos chiís.

OBJETIVO REITERADO Cada una de estas acciones recuerda que, pese a que la guerra sectaria que desencadenó la invasión de Irak en el 2003 ha bajado en intensidad, persiste todavía una insurgencia islamista suní capaz de golpear y hacer daño. Las milicias sunís progubernamentales han sido en los últimos meses su objetivo de forma reiterada.

Estos atentados ocurren además en un momento en que Estados Unidos se encuentra en pleno proceso de retirada de sus fuerzas de combate de Irak. El contingente estadounidense, integrado actualmente por un total de 74.000 soldados, debe quedar reducido a 50.000 efectivos el primero de septiembre.

Pero en este contexto muchas voces se han levantado en Washington y fuera, temiendo que la insurgencia aproveche este repliegue estadounidense y el vacío de poder para incrementar sus acciones violentas.

La situación preocupa a la Administración estadounidense, que lógicamente preferiría que sus tropas abandonasen un Irak políticamente estable.