El presidente francés, Nicolas Sarkozy, fue recibido ayer por Benedicto XVI en el Vaticano después de la polémica de este verano por la expulsión de gitanos en una entrevista programada para limar asperezas. Imperaron las buenas palabras y la amabilidad, pero ambas partes acabaron manteniendo sus posiciones en torno al tema en sus declaraciones posteriores.

En un almuerzo ofrecido a la curia romana y tras la reunión de media hora con el Papa, Sarkozy insistió en que "la lucha contra la inmigración ilegal, que provoca tanto dolor y drama y priva a los países más pobres de sus fuerzas vivas, es un imperativo moral", argumentó en presencia del secretario de Estado del Vaticano, Tarcisio Bertone.

"PERSEVERANCIA" Antes, el cardenal francés Jean-Louis Tauran, presidente del Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso, había pedido en la basílica de San Pedro "valentía y perseverancia" a los políticos franceses para que "acojan a los perseguidos y a los inmigrantes".

El Vaticano, por su parte, emitió un comunicado más diplomático en el que aseguró que el encuentro entre Benedicto XVI y Nicolas Sarkozy se había desarrollado en un ambiente de "gran cordialidad".

Ambos hablaron, según la nota oficial, de asuntos de actualidad internacional como la paz de Oriente Próximo, la situación de los cristianos en varios países y la importancia de la dimensión ética y social en la economía. Según este comunicado del Vaticano, las dos partes subrayaron "la voluntad recíproca de mantener un diálogo permanente".

RÉPLICA A LAS CRÍTICAS El pasado 22 de agosto, Benedicto XVI se dirigió a unos peregrinos franceses desde su residencia de Castel Gandolfo afirmando que se debía "saber acoger las legítimas diversidades humanas", lo que se interpretó como una crítica a la situación de los gitanos en Francia. Desde entonces, Nicolas Sarkozy ha intentado atar esta audiencia con el Pontífice para contrarrestar las críticas internas de cardenales, asociaciones católicas y políticos democristianos.

Según una encuesta del diario Le Monde, el grado de satisfacción de los católicos en Francia con el presidente ha pasado del 74% al 50% desde su elección y algunos de ellos podrían quedarse en casa en los próximos comicios presidenciales.