Ojo por ojo. Los sindicatos respondieron ayer a la intransigencia de Nicolas Sarkozy con la convocatoria de nuevas jornadas de protesta contra la reforma de las pensiones el próximo jueves y el sábado 6 de noviembre. Mantienen el pulso al Gobierno pese a la previsible aprobación, hoy en el Senado, de la prolongación de la edad de jubilación de los 60 a los 62 años.

Mientras estudiantes de instituto y universitarios salían ayer a la calle por primera vez juntos y los sindicalistas jugaban al ratón y al gato con la policía en los accesos a refinerías y aeropuertos, el Ejecutivo perseveró en su estrategia. Por un lado, redoblando su mensaje de firmeza. "No podemos ser el único país del mundo en el que, cuando hay una reforma, una minoría toma como rehén a todo el país", sentenció Nicolas Sarkozy en referencia al suministro de carburante a las gasolineras, que mejora muy lentamente. De las más de 3.000 estaciones de servicio sin existencias se pasó ayer a 2.800 de las 12.500 del país.

Por otro lado, el Gobierno forzó la aceleración de la votación del Senado. El uso de una prerrogativa que permite a la mayoría imponer una votación global aunque no se hayan discutido todas las enmiendas soliviantó a la oposición. La izquierda, que ha presentado una oleada de enmiendas y de peticiones de palabra para retrasar la votación hasta la semana que viene, acusó al Gobierno de "censura".

LA OPINIÓN PÚBLICA El objetivo del Elíseo es hacer coincidir la votación del Senado con el inicio de las vacaciones escolares de otoño, factor desmovilizador para los estudiantes y también para los ciudadanos que, pese a estar en contra de la reforma, no quieren quedarse en tierra por falta de gasolina. Una vez aprobada la reforma por las instituciones republicanas, también será más difícil que el 71% de la opinión pública siga apoyando el movimiento.

Llevados por del éxito de la protesta, los agentes sociales no pueden aceptar una rendición. Los trabajadores de las refinerías que han liderado la resistencia y se muestran dispuestos a "llegar hasta el final" no lo aceptarían. Tampoco los estudiantes, que ayer tomaron el relevo de las manifestaciones muy protegidos por la policía y la seguridad de los sindicatos para evitar los disturbios provocados por las bandas de la banlieue.

Los actos vandálicos retrocedieron, aunque se registraron algunos en la ciudad de Lyón. "Los delincuentes no tendrán la última palabra, serán castigados", dijo el presidente Sarkozy.

Aunque un dirigente de la CFE --sindicato moderado-- defendió que si se cuestionaba la soberanía del Senado la protesta podría perder popularidad, se mantuvo la unidad sindical. Las centrales acordaron convocar una jornada de huelga y manifestación --la séptima-- el próximo jueves. La siguiente movilización se fijó para el sábado 6 de noviembre.