El mantra se repite en cada estado, aparece en cada discurso de cada candidato, se eleva hasta lo más alto de las encuestas... "Empleos, empleos, empleos". Unos los prometen, otros los reclaman, y todos, incluyendo al presidente de EEUU, Barack Obama, saben que la complicada situación en un país que rara vez se ha enfrentado a una tasa de paro como el 9,6% actual es la clave de las elecciones del próximo martes, en las que se renueva toda la Cámara baja y un tercio del Senado y se elige a 37 gobernadores.

Para Obama, no obstante, los resultados de esos comicios marcarán algo más que la agenda de respuesta ante la crisis. La amenaza de la pérdida de la mayoría demócrata en las dos cámaras (mucho más acentuada según todas las encuestas en la Cámara de Representantes, pero también posible en el Senado) pone en jaque la segunda mitad de su mandato. O, por lo menos, permite anticipar dos años en los que cualquier avance legislativo será mucho más complicado todavía de lo que lo ha sido hasta ahora.

¿GIRO HACIA EL CENTRO? Aunque Obama llegó a la Casa Blanca con una promesa de promover el diálogo y la colaboración entre los dos grandes partidos, la división entre demócratas y republicanos se ha acentuado en sus dos primeros años en el Despacho Oval, y a partir del día 3 está por ver si Obama decide dar un giro hacia el centro similar al que dio Bill Clinton tras perder las cámaras en 1994.

De momento, el presidente ha centrado sus esfuerzos en apoyar la reelección de los candidatos demócratas, tratando de resucitar la energía de la campaña que le llevó hasta la Casa Blanca y reactivar a una base adormilada o, peor aún para él y para su partido, desencantada. Lo hizo la semana pasada sumergiéndose en su viaje de campaña más largo desde su propia candidatura, que le llevó de costa a costa. Y volverá a hacerlo en un impulso final este fin de semana con mítines y actos, además de en Chicago, en Pensilvania y Ohio, dos estados donde hay en juego resultados inmediatos pero que, sobre todo, son fundamentales para el 2012.

No todos los candidatos demócratas, de todos modos, creen que les ayude contar con la presencia o el apoyo del presidente. Su índice de aprobación sigue en descenso y sus logros legislativos (desde la reforma sanitaria hasta la del sistema financiero) son ahora regalos envenenados. Nunca había entrado tanto dinero en una campaña para unas legislativas. Nunca había sido tan oscuro el origen de esos fondos. Y, esta vez, el dinero alimenta sobre todo a los republicanos.

EL AVANCE DEL TEA PARTY No es inusual. Normalmente, en este tipo de elecciones a mitad de mandato presidencial --con menos participación que en las generales y en las que el votante suele ser más claramente partidista, sin tanto peso de los llamados indecisos-- el partido en el poder suele ser castigado. Pero esta cita electoral del 2010 tiene particularidades que abren muchos interrogantes no solo sobre los demócratas, sino también sobre el futuro del Partido Republicano, especialmente por el avance del Tea Party.

El movimiento ultraconservador es el que más ha rentabilizado la sensación de hartazgo con los políticos tradicionales que recorre el país como un tsunami. Ha situado a las puertas del poder --y con muchas posibilidades de cruzar ese umbral tanto en carreras estatales como en las que llevan a Capitol Hill-- a decenas de candidatos, a menudo sin ningún currículo político y con posiciones extremadamente radicales. Ha hecho norma del populismo desmesurado y lo que inicialmente se pudo ver como un movimiento marginal sin posibilidades de éxito ya ha triunfado incluso antes de que se emitan los votos.