La unidad de los trabajadores de las refinerías francesas, erigidas en punta de lanza de la protesta contra la reforma de las pensiones, empezó ayer a fisurarse. Después de dos semanas de huelga, tres de las 12 plantas del país acordaron volver al trabajo, mientras las nueve restantes votaron mantener el paro en vísperas de la aprobación definitiva, esta tarde, de la ley que prolonga la edad legal de la jubilación de los 60 a los 62 años.

"Hemos perdido una batalla, pero no lo esencial: poder expresarnos contra esta reforma, y no tiraremos la toalla", argumentó un delegado sindical de las refinerías, que han decidido volver a producir carburante. Los efectos de la huelga empiezan a lastrar la economía de Francia. Muchas empresas se han visto obligadas a funcionar a medio gas y, según la ministra de Economía, Christine Lagarde, el paro cuesta al país entre 200 y 400 millones al día.