Ahora que Trípoli ha caído, la pregunta que se plantea es: ¿Pueden los rebeldes prevenir el caos tras la salida de Gadafi? El Consejo Nacional de Transición (CNT) --gobierno formado por los líderes de la rebelión-- será el encargado de llenar el vacío de poder que acompañará a la salida del dictador. Sin embargo, la heterogeneidad de este organismo --que aglutina desde islamistas moderados a socialistas, y es liderado por antiguos ministros de Gadafi--, plantea serias dudas. Los desafíos a los que se enfrentan son enormes. Comunicaciones interrumpidas, servicios públicos dañados y grupos fuertemente armados que no parecen ir a desaparecer fácilmente. "Saben que hay que evitar otro Irak y garantizar una transición limpia, pero también que puede acabar muy mal", afirma Oliver Miles, embajador británico en Libia.

Necesidad de tutelaje

Según los analistas, una rápida victoria en Trípoli es clave para mantener la cohesión entre los rebeldes y aumentar las posibilidades de una transición no traumática. Saad Djebbar, un abogado argelino con sede en el Reino Unido y consejero del Gobierno libio, afirma que sería beneficioso encontrar personas con experiencia que "ocupen respetadas posiciones en la sociedad y puedan actuar como padres de la nación".

Por otro lado, existen indicios de que los riesgos de una transición violenta están siendo exagerados. El CNT ha realizado una intensa labor en los últimos meses para preparar el escenario post-Gadafi. Entre los objetivos del Consejo destacan el establecimiento de un marco constitucional y unas elecciones democráticas supervisadas por la ONU. Según el embajador libio en los Emiratos Árabes Unidos --afin a los rebeldes--, Aref Ali Nayad, un segundo órgano --compuesto por unos 70 libios exiliados en Dubái-- habría comenzado a diseñar un plan de estabilización que incluiría las medidas a adoptar en materia de seguridad, infraestructuras y educación una vez derrocado el régimen. "Confiamos en que las fuerzas de seguridad se mantendrán en sus cuarteles después de Gadafi. Simplemente cambiarán de bando", dice el diplomático.

El signo más evidente de la división entre los rebeldes se produjo el pasado 28 de julio. Abdel Fattah, uno de los más influyentes comandantes del bando rebelde, fue asesinado tras ser interrogado por otros rebeldes. Fuentes diplomáticas aseguran que los motivos de su asesinato están relacionados con los escasos éxitos de los rebeldes bajo su mando, lo que le valió la sospecha de ser un infiltrado entre sus rivales. Sin embargo, el bando rebelde insiste en culpar a tropas gadafistas de su asesinato.

Para el periodista y activista de la oposición, Ashour Shamis, la causa de las refriegas internas estuvo en el desquicio que produjo entre los rebeldes el estancamiento de los avances militares en el este. Shamis insiste en que, gracias a los continuos avances, los rebeldes estarían ganando en cohesión. "Con la toma de Trípoli la dinámica en el lado rebelde ha cambiado. El CNT se ha renovado", afirma el periodista.

Última resistencia

No todo está perdido para el sátrapa libio. El dictador todavía conserva algunos ases en la manga. A pesar de que las líneas de comunicación del Ejército de Gadafi están cortadas, conserva cierto poder en la capital, Trípoli. También ha de tenerse en cuenta la enorme red de espías que el dictador mantiene a su servicio. Suponiendo que aún se encuentre en Trípoli, las rutas de huida más probables para Gadafi son: hacia la costa, Sirte --su ciudad de origen-- o hacia el interior, la ciudad de Sebha.

Pero, para los observadores internacionales, el hecho que mejor denota la inminente caída del régimen ha sido la deserción de Abdel Salam Jalloud, antiguo hombre de confianza de Gadafi.