ASAMBLEA DE LA ÉLITE POLÍTICA CHINA

Indiferencia entre los chinos por el congreso comunista

El 18° cónclavedel PCCh despierta poco interés por la imposibilidad de votar. Los congregados debatirán el cambio de modelo productivo y las libertades

ADRIÁN FONCILLAS

Estados Unidos y China elegirán a sus nuevos líderes con unos días de diferencia y formatos dispares: debates televisivos, agotadoras giras y elecciones en un caso e inescrutables negociaciones tras los muros de Zhongnanhai --la residencia de los líderes-- en el otro.

China acometerá en la próxima década reformas económicas y políticas cruciales. El modelo de fábrica global se ha agotado tras 30 exitosos años y urge potenciar el consumo interior. También es necesario relajar el puño político en asuntos como la libertad de expresión para evitar el colapso del sistema, han reconocido incluso los medios oficiales. En el Congreso del Partido Comunista de China (PCCh), que empezará el 8 de noviembre, se repartirán las siete sillas del Comité Permanente que pilotará esas reformas. Sólo continuarán Xi Jinping y Li Keqiang, futuro presidente y primer ministro. Del equilibrio entre reformistas y tradicionalistas depende el futuro de China. Las quinielas sobre los elegidos, la rumorología y las consecuencias de cada decisión ocupan ya en la prensa occidental cientos de páginas diarias.

Los esfuerzos de Pekín se concentran en los estratos más ajenos al milagro económico. Fomentar el consumo interno pasa ineludiblemente por extender las coberturas sociales, porque sin seguros médicos o pensiones es utópico vencer la milenaria capacidad ahorradora de los chinos. Pero son muchos los chinos que no han oído hablar del proyecto de seguro médico universal que aprobó Pekín dos años atrás. Y el caso es que una simple pierna rota puede elevarse aquí a categoría de drama.

DESCONOCIMIENTO "Xi Jinping podría estar sentado a mi lado y no le reconocería", contesta a este diario una estudiante pequinesa de empresariales, de 23 años. Su acentuada conciencia social la llevó a participar en el Ocupa Wall Street, donde se sorprendió por el fervor comunista de los acampados. "La gente no se interesa por la política aquí porque no puede incidir con su voto. Tampoco creo que muchos chinos estén preparados para la democracia. Les falta el conocimiento más básico, y no creo que en esas condiciones se les deba permitir tomar decisiones importantes", asegura.

POLÍTICAS QUE INCIDEN La inacción no figura entre los pecados del PCCh, que disfruta de más apoyo popular que muchos gobiernos democráticos. Sus políticas inciden directamente en la vida de la quinta parte de la población mundial, tanto en sus decisiones urgentes como en los Planes Quinquenales que anticipan los problemas. Unos 400 millones de chinos han salido de la pobreza en las últimas tres décadas, pero el proceso ha disparado las desigualdades sociales hasta unos límites que preocupan a Pekín.

La anual Asamblea Nacional Popular, una suerte de Parlamento chino, es conocido por la población como el Gran Salón de Té. La mayoría de pequineses sólo se entera de su inicio por los cortes de tráfico y la atosigante presencia policial. El carácter masivamente apolítico de los chinos llega distorsionado a Occidente por la sobreexplotación mediática de los disidentes, tan heroicos como poco representativos. La desidia descansa ahí y, en menor medida, en la incapacidad de decidir, pero no en el desesperanzador "todo seguirá igual", habitual en otros lugares.

Conceptos que la prensa baraja tozudamente cuando se refiere a China como comunismo o democracia no son cotidianos aquí, donde se atiende más a lo tangible que a lo filosófico.

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