La gran obsesión de quienes fuimos enviados a Kuwait para cubrir el avance de las tropas anglonorteamericanas hacia Bagdad era cruzar la frontera entre ambos países por cualquier medio posible. El Ejército de EEUU había cerrado el teatro de operaciones a los reporteros no integrados y las únicas posibilidades informativas que nos ofrecía era asistir a intrascendentes ruedas de prensa que nada aportaban, y excursiones de ida y vuelta a puntos ya controlados por los atacantes.

Tras burlar el cerco informativo cada cual como pudo, fuimos ascendiendo hacia Bagdad, haciendo cortas escalas de uno o dos días de duración en las principales ciudades del camino. En Um Qasar, fuimos testigos de cómo el primer reparto de ayuda realizado por el Ejército español se transformaba en un tumulto que obligó a los soldados llegados a bordo del buque anfibio Galicia a retirar sus pertrechos precipitadamente y a suspender la operación.

Saqueos

Más tarde, comprobamos el desbordamiento del Ejército británico a la hora de frenar los saqueos en Basora, y recogimos las primeras quejas de la población recién liberada, que más que democracia exigían, sobre todo, agua y orden, sin la cual ningún Estado, por muy democrático que fuera, podía funcionar.

En Nasiriya, ya a medio camino de la capital iraquí y donde tuvieron lugar los únicos enfrentamientos de envergadura con el Ejército de Sadam Husein, entrevistamos a exiliados iraquís protegidos por EEUU como Ahmed Chalabi, quienes habían sido aerotransportados a toda prisa al país para que comenzaran a posicionarse en su carrera por el poder en Bagdad. Y comenzamos a percibir las diferencias en el trato hacia la población de británicos y estadounidenses. Mientras los primeros permitían a los civiles acercarse, los segundos veían en cada indigente a un terrorista. Expresiones como "get the shit out of here!" (apártate de una puta vez), estaban en la boca de los norteamericanos.

Una vez en Bagdad comprobamos la ausencia de plan de las cabezas pensantes que habían ideado la operación militar. Habían venido a derribar a un régimen contestatario, pero no tenían ni remota idea de cómo llenar el vacío creado por ellos mismos.