Pocas son las salidas que le quedan al presidente de la República italiana, Giorgio Napolitano, en el particular "vía crucis" que está viviendo esta Semana Santa para intentar salir del bloqueo político en el que se encuentra Italia tras las elecciones generales.

Sobre el jefe del Estado están puestas hoy todas las miradas, después de concluir ayer la segunda ronda de consultas con los partidos con el mismo resultado incierto que en la primera, lo que hace que circule ya una arriesgada hipótesis que coincide en destacar de modo unánime la prensa italiana: poner fin a su mandato un mes y medio antes.

La opción de la dimisión de Napolitano ha irrumpido en la escena política como un soplo de aire fresco en un escenario que lleva estancado en el inmovilismo de los partidos desde las elecciones, con las tres principales fuerzas parlamentarias jugando al gato y al ratón y convertidas por decisión propia en una especie de tridente de minorías sin posibilidad de Gobierno.

Ante este callejón sin salida, Napolitano puede decidir hacerse a un lado para una inmediata elección y toma de posesión de su sucesor, que, a su vez, permita disolver de un modo anticipado el Parlamento para convocar de nuevo a los italianos a unos comicios en los que, según las encuestas, crecen en consensos el ex primer ministro Silvio Berlusconi y el cómico Beppe Grillo.

La dimisión de Napolitano sería una condición "sine qua non" para unas elecciones en un breve plazo de tiempo, pues la ley prohíbe al presidente de la República disolver el Parlamento durante los seis últimos meses de su mandato (en su caso termina en mayo), lo que se conoce como "semestre blanco" y que en esta ocasión ha coincidido con uno de los periodos más inciertos que vive el país.

La cuestión entonces sería la de saber si a Italia le conviene volver a las urnas en medio de la nueva crisis abierta en la eurozona con el rescate a Chipre y los rumores sobre Eslovenia (se teme la reapertura de los mercados el martes) y si, de hacerlo, sería conveniente votar ya en junio con la misma ley electoral.

Según el diario "La Repubblica", el propio Napolitano, durante las consultas, indicó a las formaciones del primer ministro en funciones, Mario Monti, y del líder del centroizquierda, Pier Luigi Bersani, que lo que estaba claro era la necesidad de adelantar la elección del nuevo jefe del Estado, prevista en un principio a partir de mediados del mes que viene.

La elección del sucesor de Napolitano obligaría a las fuerzas parlamentarias a sentarse a buscar consensos, pues el presidente de la República es elegido por dos tercios de los parlamentarios en las primeras tres votaciones y por mayoría absoluta a partir de entonces, algo con lo que cuenta el centroizquierda en la Cámara Baja, pero no en el Senado.

La alternativa puede ser la formación de un Gobierno de corte institucional, con la figura de un alto cargo del Estado al frente, o de concertación con la propuesta de Napolitano de algún político distinto a los que se han planteado hasta ahora que cuente con posibilidades de ser investido primer ministro en el Parlamento.

Al final de la segunda ronda de consultas, el partido de Bersani, quien no ha conseguido lograr los apoyos para formar un Gobierno propio, aseguraba que apoyaría con responsabilidad la posibilidad de que fuera Napolitano el que indicara la formación de este Ejecutivo, ya sea de tipo institucional o político.

Por su parte, Berlusconi, quien ha jugado todas sus cartas a una coalición con la Liga Norte, Bersani y Monti, rechaza cualquier posibilidad de que el próximo Gobierno no tenga corte político, toda vez que el Movimiento 5 Estrellas de Grillo solo está dispuesto a apoyar un Ejecutivo propio.

Este Gobierno indicado por Napolitano y con un eventual apoyo del centroizquierda y del centroderecha (modelo seguido ya en la experiencia tecnócrata de Monti) puede acometer importantes reformas de consenso como la de la ley electoral o la reducción del número de parlamentarios para que después se convoquen elecciones anticipadas.