En una conferencia de prensa a principios de agosto, el presidente de EEUU, Barack Obama, trató de aclarar las actividades del espionaje estadounidense. "Quiero subrayar que ni a mí ni a la gente de la Agencia Nacional de Seguridad (NSA) nos interesa otra cosa que asegurarnos de que podemos prevenir atentados terroristas". Pero el imparable reguero de filtraciones facilitadas por Edward Snowden le ha dejado una y otra vez en evidencia. La NSA es como una gran aspiradora de información. Un pulpo global que procesa llamadas y comunicaciones por Internet, husmea las transacciones financieras y espía a dirigentes políticos o embajadas.

El escándalo ha puesto a la defensiva a EEUU, un país que no está acostumbrado a que le lean la cartilla. Países como Francia, Alemania y España han llamado a los embajadores estadounidenses a consultas (otros, como México, pretenden hacerlo próximamente). La presidenta de Brasil canceló su visita de Estado a Washington. Y desde la Unión Europea se han repetido las muestras de indignación ante un intromisión que se considera "inaceptable".

SIN CONFIANZA "La confianza entre países y gobiernos es importante y a veces decisiva, y ya no queda prácticamente confianza entre EEUU y Europa", decía esta semana el exjefe de la inteligencia alemana, Hansjörg Geiger. Sin embargo, los líderes europeos han renunciado a adoptar represalias como las propuestas por el presidente del Parlamento, Martin Schulz, desde la suspensión del acuerdo que permite a EEUU acceder a los datos bancarios de los europeos al tratado de libre comercio

"Al final la relación es demasiado importante para los dos bandos", asegura Anthony Cordesman, asesor del los departamentos de Estado y Defensa. "Todo esto se superará, aunque habrá que hacer algunos ajustes para reparar la relación". Pero incluso en el Congreso, donde la obsesión por los asuntos fiscales ha hecho que el tema pasara de puntillas esta semana, existe cierta inquietud. "Al Congreso le preocupa que afecte al tratado de libre comercio o que dificulte aún más la cooperación en temas como Irán o Siria", asegura una fuente en el Capitolio.

Dotada de poderes extraordinarios desde los atentados del 11-S, la NSA se ha beneficiado de un progreso tecnológico que ha avanzado mucho más rápido que las políticas para regular sus operaciones. "En el pasado, el espionaje estaba más focalizado. Los patrones respondían a necesidades y situaciones concretas", asegura el profesor de la Universidad de San Diego y exalto cargo de la ONU Edward Luck. "Con los avances tecnológicos, hay mucho más margen para cometer errores".

Los tentáculos de la NSA eran hasta ahora tan inescrutables que, según la prensa de EEUU, Obama no sabía siquiera que se pinchó el teléfono de Merkel, uno de los 35 líderes mundiales a los que, según The Guardian, se ha espiado. Esa afirmación, sin embargo, habría que cogerla con pinzas porque el presidente recibe cada mañana un informe de los servicios de inteligencia.

"Tenemos que asegurarnos de que recolectamos información porque la necesitamos y no solo porque podemos", escribió el viernes en USA Today la asesora de Obama en asuntos de seguridad interna, Lisa Monaco. Sus palabras fueron lo más parecido a un propósito de enmienda que ha salido de la Casa Blanca. Sus funcionarios insisten en que EEUU actúa exactamente igual que otros países. Pero hay una diferencia: ninguna nación gasta tanto como EEUU en inteligencia ni tiene sus capacidades tecnológicas, lo que ha dado a la NSA un poder omnímodo.

EL FISGONEO Y todo vale. La agencia pinchó la embajada de la UE en Washington y su misión en la ONU. Fisgoneó en los correos de la presidenta brasileña Dilma Roussef y en las llamadas del mexicano Felipe Calderón. Espió a la petrolera Petrobras y a la Agencia Internacional de la Energía Atómica en Viena. Entró en las redes informáticas del Ministerio de Exteriores francés. Y vigila parte de las transacciones internacionales, desde las bancarias a los movimientos de las tarjetas de crédito.

Para calmar la tormenta, la Casa Blanca dice estar revisando sus políticas de espionaje y, hace meses, prometió a países como México y Brasil una investigación. "Aún no nos han dado explicaciones", dice un diplomático latinoamericano.

Pero nadie en Washington parece saber cómo frenar el la sangría. La NSA estima que Snowden podría tener hasta 50.000 documentos secretos, también de la inteligencia militar. El espionaje está desesperado, tanto que el jefe de la NSA, el general Keith Alexander, sugirió que habría que frenar a la prensa para que deje de airear sus secretos. "Tenemos que pararlo", dijo.