Argentina ha celebrado este domingo unas curiosas elecciones legislativas en las que dos facciones del peronismo, el partido del alcalde de la ciudad de Buenos Aires, Mauricio Macri, y una coalición de centro, se han felicitado, quizás en exceso, por los resultados, que reflejan un retroceso del kirchnerismo, que sin embargo se mantiene como la fuerza más votada con el 32% de los votos. La oposición piensa que el kirchnerismo ha mordido el polvo de una derrota inexorable de cara a las presidenciales del 2015. Sin embargo, el triunfo electoral del Frente para la Victoria, la formación de la presidenta del país, Cristina Fernández de Kirchner, sugiere que estas opiniones son apresuradas. Así, el resultado obtenido por el partido de Kirchner permite que no peligre gobernabilidad porque la formación seguirá manteniendo la mayoría, aunque más acotada, en las dos cámaras de Congreso.

Estos comicios legislativos, en los que se renovaba la mitad de la Cámara de Diputados y un tercio del Senado, han sido, en la práctica, unas primarias de la maquinaria de poder político en Argentina. Sergio Massa, alcalde de Tigre y exministro de CFK convertido en opositor, se ha impuesto con rotundidad en Buenos Aires, la provincia de la que proviene uno de cada tres votos del país y esa victoria le allana el camino para suceder a Kirchner en las presidenciales del 2015. Massa proviene de la derecha liberal y en la década de los noventa se sumó al peronismo. Rompió con el Gobierno hace pocos meses y ha cosechado casi el 42% de los votos, 12 puntos más que Martín Insaurralde, el delfín de la presidenta.

Aspirantes a la presidencia

"Les pido que escuchen el mensaje contundente de la gente", ha señalado Massa en su primera aparición tras conocerse los resultados. A pesar de su contundente triunfo en las urnas, el dirigente conservador formará un bloque parlamentario de solo 15 legisladores. Esperará a que, con el tiempo, muchos kirchneristas, avezados en la cultura del arrepentimiento, se pasen de bando.

El magnate Mauricio Macri, alcalde de Buenos Aires desde el 2007 al frente de una alianza de derechas que también integra a peronistas, ha aprovechado el tirón electoral de sus correligionarios para anunciar sus aspiraciones a optar a la presidencia del país. "Es hora de una nueva rebelión, de creer que un cambio a nivel nacional es posible", ha señalado.

El gobernador bonaerense, Daniel Scioli, no ha sido candidato en estos comicios pero, por el momento, es el presidenciable más potable del kirchnerismo. "Va a correr mucho agua bajo el puente hasta que lleguemos al 2015", ha afirmado en respuesta a los festejos de la oposición.

Fin de ciclo

Para los medios más críticos del Gobierno, que el 68% de los argentinos haya votado en su contra es una señal inequívoca de que se acelera la decadencia del kirchnerismo después de una década de gestión. "La interpretación, mitad voluntarismo y mitad pura propaganda, acerca de que nada cambia con la votación, desconoce con toda premeditación al menos dos cuestiones fundamentales: la pérdida de la mayoría electoral y la fuerte derrota oficialista en todos los grandes distritos del país", ha subrayado el diario 'Clarín'.

El ministro de Defensa, Agustín Rossi, ha cuestionado esas interpretaciones: "Algunos hablan de que a partir del lunes se inicia una transición. Quiero decir con toda claridad que no existe la palabra 'transición' en la Constitución. La presidenta fue elegida en octubre del 2011 y el período finaliza en el 2015, por lo que seguirá gobernando con total legitimidad y legalidad", ha destacado.

La presidenta ha sigo la gran ausente de estas elecciones. La operación de un hematoma en el cráneo la ha relegado a la invisibilidad. Pero eso no quiere decir que no haya seguido al segundo todo lo que sucedía extramuros de la residencia ubicada en la localidad bonaerense de Olivos donde se recupera. Tal vez ella, o sus colaboradores más cercanos, se habrán preguntado cómo se ha pasado del 54% de los votos en las presidenciales del 2011 a este 32%. Casi la mitad de esas simpatías se le han escurrido.

Desencantados con el kirchnerismo

El desencanto de los sectores medios se produjo apenas se inició el segundo mandato: la inflación y la dificultad para ahorrar en dólares abonaron ese enojo. En vísperas de las elecciones, el dólar en el mercado negro perforó la barrera psicológica de los 10 pesos por unidad, contra menos de los seis pesos por dólar que se paga oficialmente.

Los politólogos suelen coincidir en que en las elecciones de medio mandato no se vota igual que cuando está en juego la jefatura del Estado. El kirchnerismo ya probó un trago amargo en las parlamentarias del 2009, incluso perdió durante dos años su mayoría en las cámaras legislativas. Pudo remontar con políticas económicas y sociales audaces, pero eran tiempos de bonanza económica. La realidad es hoy diferente. No faltan los analistas que se preguntan si CFK estará, otra vez, en condiciones de afrontar con éxito esa adversidad.

La idea generalizada de que las legislativas de este domingo han sido una antesala inevitable de las presidenciales del 2015 no parece, por otra parte, apoyarse en la experiencia histórica. Ninguno de los ganadores de los comicios legislativos desde que se restauró la democracia, en 1983, pudo, dos años más tarde, cumplir con sus deseos de convertirse en jefe de Estado. El magnate Francisco de Narváez acaba de comprobarlo. Cuatro años atrás obtuvo el 34% de los sufragios, dos puntos más que el mismísimo Néstor Kirchner. Fue el héroe de la oposición por unos meses. En la noche del domingo quiso repetir su hazaña: solo consiguió un 5% de los votos. Todo es posible en la política argentina. También lo saben los trotskistas, que por primera vez en la historia de este país, tendrán representación en el Parlamento nacional, además de convertirse en una fuerza importante en algunas provincias del norte.