Son un grupo de unos siete sanitarios. Han salido a fumar, a estirar un poco las piernas, a airearse. Gesticulan. De su ademán se intuye dolor, mal rato y una larga noche. Tienen prohibido hablar con la prensa, y a la pregunta sobre cómo están los heridos, tras jugar al despiste sobre dónde se coge el metro, tuercen la cabeza y basta una mueca para entender que la cosa está mal. Lo confirma el jefe de Urgencias de este hospital, el Européen Georges-Pompidou, el segundo más grande de la ciudad, a 10 kilómetros del concierto de Eagles of Death Metal. Philippe Juvin es un médico de 51 años que en el 2008 acompañó a las tropas de la la OTAN. «He visto las mismas heridas que en la guerra, esto es como en Afganistán», sostiene.

En este centro sanitario permanecen ingresados unos 60 de los 352 heridos registrados en los siete ataques simultáneos perpetrados la noche del viernes en distintos puntos de París. Explica Juvin que cuatro de ellos han sido operados aquí a corazón abierto, que 20 están en estado grave, 99 en total. No se atreve, ni la profesión se lo permite, a aventurar la suerte que depara a todos y cada uno de ellos, pero sí repite, sin entrar en detalle, que el tipo de lesiones le trasladan al arenoso terreno afgano, donde las heridas, como es el caso, las causaban explosivos y armas de fuego automáticas. Aquello era una guerra. Al parecer, esto también.

Ocho hospitales

Las víctimas fueron trasladadas a ocho hospitales de la capital francesa. El epicentro médico se sitúa en el Universitaire La Pitié-Salpêtrière, muy cerca de la concurrida estación de Austerlitz, junto al Sena. Cinco empleados de seguridad impiden el paso a cualquiera que no pueda acreditar que tiene un ser querido en una de las camas. Registran bolsas, cachean de manera aleatoria. No quieren que se filtren imágenes de las víctimas. La prensa, fuera. Lo mismo sucede en el Georges-Pompidou, donde el personal, de un modo muy francés, elegante pero directo, invita a aguardar en el exterior. A las dos de la tarde, 177 de los heridos estaban en una situación de«urgencia relativa», según informa la autoridad sanitaria de la ciudad a través de un comunicado. La misma nota informa de que 53 de los afectados ya han sido dados de alta, y da cuenta de un número de teléfono en el que los familiares pueden obtener datos sobre el paradero de los suyos, porque todo tuvo que hacerse rápido, a veces sin reparar en identidades y destinos. A mediodía, algunos de los allegados deambulan por los hospitales. Lo confirma el jefe de Urgencias del Pompidou, que ha tenido que atender a varias personas que llevaban toda la noche buscando.

En el Salpêtrière, una pareja de unos 60 años abandona abatida el centro. Ella no puede hablar. Él aparta las cámaras con el brazo, pero finalmente accede, se detiene. Cuenta que acaban de ser informados de la muerte del que iba a ser el marido de su hija. No termina la frase. Ambos se marchan llorando. Un grupo de siete veinteañeros, abrazados, cogidos de la mano, del cuello, entran en el hospital entre lágrimas. El fanatismo ha dejado muy malheridos a dos de sus amigos.

«Parece que se salvará»

Otro chaval sale solo, muy entero.Con gran frialdad, explica que su amigo tiene una bala en el pecho. «Pero parece que al final se salvará». Se marcha con las manos en los bolsillos y desaparece por la boca del metro de la línea 5. Para los familiares de las víctimas, hayan fallecido o estén heridas, se ha acondicionado un centro en la Escuela Militar, no muy lejos de aquí, así como un servicio de acogida en los distritos 10 y 11.

Los luminosos informativos repartidos por la ciudad, los que normalmente pueden reportar sobre el tráfico o la disponibilidad de los monumentos parisinos, se han convertido en edictos relativos a la tragedia del pasado viernes. Tras el aluvión de ciudadanos que por la mañana se acercan a los hospitales a donar sangre, con colas de hasta tres horas en algunos centros, el ayuntamiento decide compartir en estos paneles el mensaje de que no hay que temer por las reservas, y que lo mejor es guardar los brazos para más adelante. Diez días quizá sea el plazo más razonable para volver a arremangarse.

Situación insólita

Todo esto sucede en un fin de semana en el que la comunidad sanitaria parisina, en concreto, los médicos liberales, estaba convocada a alzar el hacha de guerra contra una polémica ley impulsada por el Gobierno socialista francés. Como es obvio, la protesta ha quedado aparcada hasta que amaine la emergencia. Se trata, como analiza Juvin, de una «situación jamás vivida en París», no tanto por el número de personas que hay que atender, que también, sino por el tipo de heridas, poco habituales a gran escala en una sociedad moderna como la francesa.