La carrera a la Casa Blanca
La particular Biblia de Trump
El magnate neoyorquino ha conquistado el voto evangélico pese a sus divorcios y sus casinos. Su retórica antiinmigración y antimusulmana atrae a los votantes blancos y creyentes
RICARDO MIR DE FRANCIA
Los caminos del Señor son inescrutables, y nada lo ejemplifica mejor que el respaldo que Donald Trump está recibiendo de los evangélicos de Estados Unidos. Presbiteriano como Reagan, Eisenhower y Andrew Jackson, el multimillonario neoyorkino se define como "un buen cristiano" y presume de leer la Biblia más que nadie, pero está claro que su definición difícilmente se ajusta al canon. Trump va por su tercer matrimonio, apadrina concursos de belleza con mujeres en bikini y tiene el honor de ser el primer empresario que abrió un club de striptease en un casino. "¿Pondrán los evangélicos a un adúltero en serie que nunca se ha arrepentido en la Casa Blanca?", se preguntaba hace poco el locutor de la ultraconservadora Radio de la Familia Americana, Andrew Fischer.
Trump empezó perdiendo el voto evangélico en Iowa ante Ted Cruz, algo que se daba por hecho teniendo en cuenta que el senador por Tejas habla su lenguaje, es hijo de un predicador baptista y, como Marco Rubio, raramente se quita a Dios de la boca. Pero, desde entonces, Trump les ha ganado cómodamente a los dos la partida. En Carolina del Sur y Nevada conquistó más votos evangélicos que nadie y, de cara al Supermartes, una encuesta de Bloomberg le da ventaja en los siete estados en disputa del llamado Cinturón Bíblico, donde el voto religioso será decisivo.
LA FE, CUESTIÓN ÍNTIMA El antiguo rey de Atlantic City suele decir que la fe es un tema muy íntimo para abordarlo en la esfera pública, pero cuando lo hace raramente sale bien parado. Una vez le preguntaron si había pedido alguna vez perdón a Dios. "No estoy seguro de haberlo hecho. Simplemente sigo adelante y trato de mejorar. No lo creo", le respondió a Frank Luntz. Y cuando le pidieron que citara su verso bíblico favorito, se salió por las ramas y no acertó a dar con uno hasta días después: "Nunca cedas ante la envidia". Solo había un problema, la frase no está en la Biblia. Algo parecido le sucedió al hablar de su iglesia. Trump asegura ser miembro de la Marble Collegiate, la más antigua de las congregaciones protestantes de Norteamérica. Pero la Marble no es presbiteriana y a sus responsables no les consta que Trump sea miembro, según ha publicado la prensa.
Más que el núcleo duro de la derecha cristiana, Posner sostiene que al magnate inmobiliario le votan los evangélicos que se definen como tal por tradición, aquellos que van poco a misa y apenas participan de su activismo político. "Dicho esto, Trump apela a ciertos elementos de la derecha cristiana que quieren a un hombre fuerte en la Casa Blanca porque creen que EEUU se ha vuelto débil en emigración y terrorismo", afirma en una entrevista telefónica. Su retórica antiinmigrantes y antimusulmana suena familiar entre esa América blanca y temerosa de Dios que asiste con pavor a su declive demográfico y que está acostumbrada a que le sirvan doble ración de islamofobia.
Con su ostentación de nuevo rico, Trump encaja en el imaginario del evangelio de la prosperidad, la idea de que ser rico es una bendición de Dios, una teología cuya popularidad se disparó con los teleevangelistas.
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