Los atentados de Bruselas han generado una sensación de fragilidad; pasó en París. Es un escenario emocional perfecto para que la manipulación reemplace a la sensatez y el discurso de la extrema derecha simplifique el debate arrastrándonos en la dirección equivocada. Gobiernos de izquierda, como el francés, se aprovechan de la conmoción para insistir en la necesidad de aprobar leyes que suponen una merma de las libertades sin analizar las causas del caos policial en la UE: 28 países y decenas de cuerpos de seguridad que no comparten información. No faltan normas, solo escasean los medios humanos y materiales, y la valentía política.

Los ataques suicidas indiscriminados alimentan el discurso xenófobo. El acuerdo de los jefes de Estado y de Gobierno de la UE con Turquía para expulsar a decenas de miles de refugiados es una concesión a esa extrema derecha que crece en las urnas, pero lo es también, paradójicamente, al Daesh (Estado Islámico) que los considera herejes y traidores porque huyen del Califato para asilarse en tierra cristiana.

Vincular la llegada masiva de refugiados procedentes de la guerra de Siria con el terrorismo islamista es una insensatez; ellos son tan víctimas como nosotros. Es un error que se cometió en noviembre divulgando especulaciones nunca probadas de que uno o varios atacantes pudieron utilizar las rutas de la migración para entrar en Europa. No vienen de fuera porque están dentro, nacieron aquí.

Los refugiados han dado sin desearlo un empuje a los neofascistas, que les culpan de todos los males: robos, violaciones, terrorismo, trato de favor. Pese a la reiteración del argumento de la escasez de trabajo, no se puede decir que el repunte racista se alimente de la rabia de los perdedores de la crisis que comenzó en el 2008.

"El argumento económico explica por qué unas clases obreras que han perdido su sentimiento de clase votan a partidos de extrema derecha, pero no sirve como explicación genérica para los países", asegura en conversación telefónica Jordi Vaquer, analista internacional y director de la Open Society Initiative for Europe. "La precarización, la pérdida del empleo y la ausencia de trabajos fijos pueden explicar en parte el voto de las personas, pero no la situación general. De ser así, la extrema derecha debería crecer más en las zonas y en los países donde los recortes y las políticas de austeridad han sido mayores. Para países enteros no existe una correlación entre crisis, desigualdad y crecimiento de la extrema derecha. Si existiese la extrema derecha debería triunfar en Irlanda, España y Portugal", añade.

Grecia sería una excepción: los filonazis de Amanecer Dorado pasaron, en apenas cuatro años, de ser extraparlamentarios a convertirse en la tercera fuerza del país, con el 6,98% de los votos y 18 escaños (de 300) en septiembre del 2015. Su éxito tampoco se explica solo en clave económica, pese a la pérdida de un tercio del PIB nacional y la sensación de hundimiento colectivo; es la respuesta a las humillaciones infligidas durante los tres rescates. Si quieren saber más lean a Petros Márkaris.

La alarma ha vuelto a sonar tras el éxito de Alternativa para Alemania (AfD) en las elecciones de Baden-Württemberg, donde