La operación de derribo del legado de Barack Obama va viento en popa. El nuevo presidente de Estados Unidos relanzó ayer dos polémicos oleoductos que fueron paralizados por su predecesor tras una larga campaña de oposición de los ecologistas y de diversas comunidades afectadas por los proyectos. En una nueva ronda de órdenes ejecutivas, Donald Trump instó a su Gobierno a renegociar los términos y las condiciones del Keystone XL y el Dakota Access para que ambos proyectos salgan adelante, dos de las promesas que hizo durante la campaña. El republicano no tuvo reparos en definirse poco antes como un «ecologista», una etiqueta bastante discutible a tenor de sus nombramientos y decisiones en esta materia.

La batalla política sobre el Keystone XL marcó buena parte de la presidencia de Obama, a pesar de que distintos análisis sobre el impacto del proyecto concluyeron que no crearía demasiados empleos ni tampoco supondría una gran amenaza para el medioambiente. Después de muchas idas y venidas, el presidente denegando a la empresa canadiense Transcanada los permisos para para construir los 1.800 kilómetros de oleoducto, que aspiraba a transportar petróleo de arenas bituminosas desde Alberta a las refinerías estadounidenses. Obama argumentó que el proyecto «socavaría el liderazgo de EE UU» en la lucha contra el cambio climático y Transcanada demandó a su gobierno en los tribunales del Nafta, reclamando una indemnización de 15.000 millones de dólares. Tanto Trump como otros miembros de su gabinete tienen o tenían intereses económicos en los dos oleoductos, aunque el presidente ha dicho (sin aportar pruebas) que vendió sus acciones.

Aunque su presidencia se ha puesto en marcha con diversas decisiones ejecutivas, el nuevo presidente continúa empeñado en construir una realidad paralela, basada en falsedades y teorías conspiratorias. El pasado lunes, durante una reunión con líderes del Congreso, les dijo que también hubiera ganado el voto popular en las pasadas elecciones de no ser por el voto de millones de inmigrantes ilegales, un fraude masivo del que no ha aportado ninguna prueba. El republicano sacó casi tres millones de votos menos que la demócrata Hillary Clinton.

Por otro lado, Trump se reunió ayer con los máximos responsables de los consorcios automovilísticos estadounidenses, General Motors, Ford y Fiat Chrysler, y les animó a que sus empresas construyan nuevas plantas en el país y a que impulsen el empleo nacional. Trump aseguró que su Gobierno recortaría normativas e impuestos, con el fin de hacer más atractivo para las empresas operar en EEUU, y mostró su deseo de que se construyan nuevas plantas de producción de vehículos, así como nuevas factorías de otros sectores industriales y productivos y que se aumente la fabricación nacional.