Merkel o Merkel. A lo largo de sus 12 años de mandato al frente de la primera potencia económica europea, la cancillera alemana se ha encargado de aplacar a sus rivales políticos y de convertir el mensaje de que no hay alternativa a ella en un dogma nacional. Las elecciones han cambiado la cara de grandes potencias como Francia, Estados Unidos y el Reino Unido pero, a falta de un mes para que se celebren, queda claro que Alemania seguirá el mismo rumbo.

El camino no le ha sido sencillo. Tras decidir abrir las puertas de Alemania a los refugiados y ser duramente criticada por los sectores más conservadores de su partido, Merkel parecía más debilitada que nunca. El auge de la ultraderecha y la irrupción en escena del socialdemócrata y Martin Schulz abrían la puerta a una alternativa pero, medio año más tarde, la cancillera apunta a obtener un 39,1% de los votos, cerca del 41,5% del 2013.

Lo que apuntaba a una reñida carrera electoral ha terminado siendo otro paseo relajado para Merkel. Su capacidad para moverse desde el centro político y robar las victorias a los otros partidos le han permitido tener un margen de 15 puntos frente a los socialdemócratas (SPD).

Una victoria el 24 de septiembre le llevará a igualar y superar los años en el poder de otros cancilleres históricos como Konrad Adenauer o Helmut Kohl.

A finales de enero el SPD recuperaba la sonrisa. Tras cuatro años de gobierno al lado de Merkel que habían mermado aún más su credibilidad, Schulz era designado nuevo líder. Un discurso más social les lanzó a superar el 30% de los votos y amenazar la hegemonía de la CDU.

Pero las elecciones regionales devolvieron al SPD a la realidad y la popularidad de Merkel se relanzó tras alzarse como alternativa internacional al presidente estadounidense Donald Trump. El Efecto Schulz se desvaneció y con él la vehemencia de un candidato que en enero aseguró que sería el nuevo canciller alemán y que ahora hace gestos para reeditar una gran coalición con la CDU. El 23,9% al que apuntan las encuestas certificará la debacle de los de Schulz, vistos por muchos como una versión apática y descafeinada de la CDU, no como la alternativa que han pretendido ser.

Merkel gobernará, solo falta saber con quién. Y, tras otro anunciado fracaso del SPD, los liberales alemanes ganan fuerza. Entre el 2009 y el 2013 el FDP escudó a Merkel pero pagó el precio de su coalición y desapareció del Bundestag, el parlamento federal, y de la mayoría de regionales. Ahora, cuatro años más tarde, el partido amarillo ha renacido y con un 8,3% en intención de voto podría convertirse en un aliado clave para impulsar la agenda proempresarial de la cancillera.