El éxito de las fuerzas políticas alternativas, que sumaron el 60% de los votos en las elecciones legislativas checas del 21 de octubre, vuelve a mostrar el profundo descontento de los ciudadanos con los partidos tradicionales y el marcado descrédito del establishment político en Europa. Un porcentaje tan elevado de voto de protesta solo es comparable al del referéndum británico a favor de abandonar la Unión Europea (UE) del 2016, máxime cuando la República Checa es el país con menor nivel de desigualdad de la UE y tiene un crecimiento sostenido (2,6% en el 2017) y la menor tasa de paro europea (2,9% desde junio del 2017), según Eurostat.

Mientras la UE acepta de nuevo como «normal» un Gobierno austríaco con el ultraderechista Partido de la Libertad (FPÖ), en la República Checa el multimillonario Andrej Babis es el encargado de formar el nuevo Ejecutivo. Su partido populista Acción de los Ciudadanos Descontentos (ANO), creado en el 2011, obtuvo el 29,6% de los votos, el triple que el liberal y euroescéptico Partido Democrático Cívico (ODS) y el cuádruple que el Partido Socialdemócrata (CSSD), que lideraba el Gobierno saliente. Liberales (11,3%) y socialdemócratas (7,3%), que han dominado la política checa desde el fin del régimen comunista, han quedado relegados a un papel secundario.

En Alemania, democristianos (CDU) y socialdemócratas (SPD) también obtuvieron en septiembre sus peores resultados desde 1949. En Francia, los socialistas y Los Republicanos fueron barridos en junio por la nueva fuerza del presidente Emmanuel Macron, que, como los populistas, pretende superar la disyuntiva derecha-izquierda y encarnar la voluntad de cambio del pueblo. En Holanda, los laboristas quedaron relegados en marzo a séptima fuerza con solo el 5,7% de los votos y los liberales sufrieron un fuerte retroceso.

En la República Checa, las elecciones han convertido en tercera fuerza parlamentaria al inconformista y anticorrupción Partido Pirata (10,8% de los votos), en cuarta al ultraderechista Libertad y Democracia Directa (10,6%), y en quinta al Partido Comunista (7,8%), por delante de los socialdemócratas.

Babis, la segunda fortuna del país (3.400 millones de euros estima Forbes), ha logrado imponerse pese a estar imputado por fraude en unos subsidios europeos por valor de dos millones y de estar siendo investigado en Eslovaquia por haber sido un colaborador de la antigua policía secreta comunista.

INFORME SOBRE CORRUPCIÓN

Si la corrupción no ha influido en los electores, aún parece preocupar menos a la Comisión Europea y a los dirigentes de la UE. La primera, por ejemplo, decidió a finales de enero anular de golpe el programado informe sobre la corrupción en la UE para no avergonzar a alguno de los principales estados. Ni la Comisión Europea, ni los líderes de la UE han expresado hasta ahora ninguna reprobación a la masiva corrupción en el partido gobernante en España (PP), ni sobre el entramado de corrupción del primer ministro húngaro, Viktor Orban, del Partido Popular Europeo, al igual que el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker. Ni siquiera el reciente asesinato en Malta de la periodista Daphne Caruana Galizia, que denunciaba la corrupción en su país y en el entorno del primer ministro laborista, Joseph Muscat, ha generado la más mínima crítica oficial hacia las autoridades de Malta.

Una de las claves de la victoria de Babis ha sido ser propietario de importantes medios de comunicación, como Radio Impuls y los diarios Lidové noviny y Dnes. En Hungría, la eliminación de los medios de comunicación críticos ha sido una de las herramientas de Orban para consolidar su poder autoritario ante la pasividad de la Comisión Europea y es la misma estrategia que utiliza ahora el ultraderechista partido Ley y Justicia (PiS) en Polonia.

Otra de las claves del éxito de Babis, de los partidos alternativos y del auge del voto de protesta en la UE es el creciente deseo ciudadano de cambio en la forma de hacer política, de que su voz sea realmente escuchada. Vivimos en una «era de rabia» y «descontento» popular, señala el profesor Richard Youngs, de la Universidad de Warwick. «El principal problema de la democracia actualmente es que no es representativa», porque «se gobierna para las élites», reconoce el profesor Lawrence Lessig, de la Universidad de Harvard.

EFECTOS DEL DESCONTENTO

El descontento con los partidos tradicionales conduce a una creciente fragmentación de los parlamentos y al auge de fuerzas ultras, populistas y de izquierda. En Italia acaba de reformarse la ley electoral para evitar que el populista Movimiento 5 Estrellas pueda alcanzar el poder. El número de partidos en el Parlamento checo ha pasado de 5 a 9 desde el 2010.

Los ideólogos de la «tercera vía» socialdemócrata, como Tony Blair y Gerhard Schröder, se equivocaron al creer que sus votantes trabajadores y de clase media seguirían fieles fuera cual fuera su política, señala el ensayista británico Paul Mason.