Muros de alambrada. Muros de piedra y hormigón. Muros por tierra, mar y aire. Muros de miedo, que ni siquiera se ven, pero se hacen notar. La obsesión de Europa por fortificarse y evitar la llegada masiva de inmigrantes se materializa en la construcción de cerca de 1.000 kilómetros de barreras, físicas y virtuales. Casi tres décadas después de que cayera el Muro de Berlín y crecieran las esperanzas de un mundo que no sufrirá más las secuelas de la segregación, el Viejo continente parece más decidido que nunca a blindar su territorio soberano.

Al dictado de una política internacional dominada por la desconfianza y el temor ante una amenaza exterior en forma de personas, se fomentan las bases de esa «Europa fortaleza», que se describe en el estudio Levantando muros, realizado por Ainhoa Ruiz Benedicto y Pere Brunet e impulsado por el Centre Delàs d’Estudis per la Pau, el Transnational Institute y Stop Wapenhandel. «Se equipara a los refugiados con criminales para justificar la adopción de medidas de control y vigilancia con los que vigilar el movimiento de personas», destaca Ruiz Benedicto.

El análisis abunda en que Europa ha pasado de tener dos muros en los años 90 a una quincena el año pasado. Y subraya el año 2015 en el calendario como un periodo clave para entender esta escalada en la estrategia de blindaje. Solo ese año, se elevaron siete nuevas barreras. Casi la mitad de los 28 estados miembros de la UE han fortificado sus delimitaciones territoriales, además de Noruega, miembro del espacio Schengen. En esa nómina, destacan España y Hungría, que han alzado muros para controlar migraciones, así como Austria y el Reino Unido, que han delimitado el espacio en sus fronteras compartidas con países del espacio Schengen.

También Eslovaquia opta por esta medida, en su caso con fines de segregación racial. En el contexto de esa exuberancia defensiva deben contabilizarse también las barreras marítimas, especialmente en el Mediterráneo, donde la mayoría de las operaciones han tenido como mandato principal la disuasión y la lucha contra la criminalidad «pero no el rescate de personas», detalla Ruiz Benedicto.

Muros mentales

Y para culminar el recuento de esa logística ultrapotectora, los muros mentales, aquellos que no se aprecian pero que van calando en el imaginario colectivo a lomos de la narrativa del miedo que difunden los partidos de extrema derecha. Formaciones políticas en auge, dado que ya son 10 los estados de la UE que tienen partidos xenófobos con representación local.

A raíz de esta tendencia, se justifica la aparición de programas de restricción de la circulación de personas y aquellos que se centran en la recogida de datos biométricos. Esa información engrosa las bases de datos del EURODAC (el centro europeo de control de huellas dactilares para identificar a los solicitantes de asilo y a los inmigrantes irregulares), «para establecer pautas y patrones de los movimientos de personas».

Aumentan las sospechas sobre el recién llegado, el desconocido, que en este escenario pasa a convertirse en una amenaza. El informe llega para poner el foco en cómo se fomenta la sensación de inseguridad, la irrupción del «miedo».

La situación ideal para legitimar una carrera de obstáculos «sociales, políticos y físicos» acoplados a un engranaje de políticas xenófobas que, si de algo sirven de garantía, es de consolidar «problemas estructurales de violencia global y desigualdad económica». «La extrema derecha manipula a la opinión pública para crear temor y recelos irracionales hacia las personas refugiadas, según revela el informe. Se establecen así muros mentales en las personas que, más adelante, exigirán la construcción de muros físicos».