Donald Trump aterriza hoy en Japón con la probable voluntad de presionar a la tercera economía mundial para que se sume con más entusiasmo a su acoso a Pekín. No hay dudas sobre la fortaleza de los vínculos bilaterales pero sí sobre el compromiso japonés en una guerra comercial que está castigando a las economías de toda la región.

Tokio ha sacado la alfombra roja al presidente de EEUU. Trump será el primer líder en reunirse con Naruhito desde que fue coronado emperador, será agasajado con una cena de honor, presidirá un combate de sumo y no es descartable que comparta unos hoyos con el primer ministro, Shinzo Abe. A ambos les une el golf y la pulsión militarista, que en Abe se traduce en su voluntad de jubilar la ejemplar Constitución y en el aumento del presupuesto en Defensa. Abe se desplazó a Washington para felicitarle tras su victoria electoral y desde entonces han hablado por teléfono una veintena de veces, según el registro de la Casa Blanca. Japón se alinea tercamente con Washington en cuestiones geopolíticas. Y cumplió las instrucciones de alejar a Huawei del Gobierno.