Sin techo, sin comida, sin inodoros ni agua. Adultos aturdidos, niños perdidos, en shock, vagando de un lado a otro, buscando a sus padres o el rastro de alguna pertinencia calcinada por las llamas. Han pasado ya dos días desde que el fuego devorara parte del descomunal campamento rohinyá Cox's Bazar, en el sureste de Bangladés, pero el panorama continúa siendo dantesco. Así se desprende del relato del director de ayuda humanitaria de la oenegé Educo en el país asiático, Matiur Rahaman: "Nunca había visto nada así, tan devastador". Más de una treintena de campos acogen a un millón de personas. Se quemaron más de 10.000 chabolas, con el balance de 15 refugiados rohinyás fallecidos, varios centenares desaparecidos y 45.000 desplazados.

Educo es una de la treintena de oenegés internacionales que se han volcado en la emergencia en el campo de la minoría musulmana perseguida en Birmania, de donde salió huyendo a Bangladés. Presente en el país desde hace dos décadas y en los campos de refugiados de Cox's Bazar desde 2017, estos días ha centrado todos sus esfuerzos en proteger a los más pequeños tras la catástrofe.

Solo estando aquí podemos entender lo duro que está siendo para los niños. Han perdido sus casas, sus escuelas, todo lo que tenían y estamos muy preocupados por cómo les está afectando emocionalmente, porque esta tragedia se suma a su condición de refugiados y a un año en el que el covid ha tenido duras consecuencias para sus vidas, argumenta afirma Rahaman. "Estaba muy asustada. Cuando volvimos, no había nada. Todas nuestras cosas estaban destruidas. Ahora ni siquiera tenemos comida, explica Rahima, de 12 años, a los trabajadores humanitarios de Educo.

Muchos interrogantes permanecen sin despejar en relación al origen del incendio. Las primeras versiones de los bomberos apuntaban a un fuego fruto de la explosión de los cilindros de gas que los refugiados usan para cocinar, alimentado por los materiales altamente inflamables, como la lona y el bambú, de los que están hechas las chabolas. Pero un representante de los rohinyás entrevistado por Efe, Sayed Ullah, ha pedido "una investigación inmediata" porque la naturaleza de estos incendios -el del lunes fue el tercero en poco tiempo- "suscita mucha inquietud".

La trampa de las vallas

Otro de los temas para la polémica en el maltrecho campo son las alambradas de espinos que lo rodean. Rahaman, de la oenegé Educo, coincide con otros colegas del sector humanitario en la necesidad de sacarlas para que no vuelvan a ser impedimento para la huida en casos de emergencia como el vivido. Hay testimonios de rohinyás que toparon con las vallas. "No pudimos huir a causa de las alambradas de los campos y mi hija menor ha resultado gravemente herida", ha explicado en Facebook Myo Min Khan.

"Muchos niños están desaparecidos y algunos no pudieron huir como consecuencia de las vallas", abunda el portavoz rohinya.