En vísperas del VIII Congreso del Partido Comunista, la televisión cubana informó sobre el arresto de cuatro personas acusadas que preparaban una entrada de armas y hasta una "cepa de coronavirus" en el país. Esos planes, precisó, habían sido diseñados en el sur de Florida por una organización terrorista llamada La Nueva Nación Cubana (LNNC). Más allá de la veracidad de la información, el Gobierno parece encontrar en estas supuestas incursiones del exterior una fuente de legitimidad para ejercer la fuerza del Estado contra una nueva disidencia que no se vincula con la retórica conservadora del viejo anticastrismo ni con los referentes opositores de los últimos años. Al Gobierno ya no le alcanza con decir que sus críticos son ''trumpistas'. Como recordó recientemente el intelectual de izquierdas Julio César Guanche, autor de El poder y el proyecto, un debate sobre el presente y el futuro de la revolución, "Cuba no es un país de mercenarios".

La protesta, por el momento de baja intensidad, la protagonizan los hijos del 'periodo especial', como se llamaron los años de empobrecimiento que siguieron a la caída de la Unión Soviética, en 1991. La fuerte desigualdad que ha provocado la introducción de un capitalismo para pocos y el rechazo a las élites los han lanzado a la calle donde también han irrumpido colectivos feministas y LGTB. Si algo define este momento del malestar es su conexión con los movimientos globales. En un país de 11 millones de habitantes y casi siete millones de teléfonos celulares, las redes sociales han aparecido como articuladoras del descontento. Los diarios digitales independientes también juegan un papel en la diseminación de la crítica. Una de las novedades en relación a los opositores tradicionales es que esta nueva camada ha hecho pie en los barrios populares. Además, tiene un fuerte componente racial.

El pasado 4 de abril, el rapero afrocubano Maykel Osorbo, uno de los partícipes de la canción 'Patria o vida' que han visto solo en Youtube más de cuatro millones de personas, se exhibió frente a las cámaras con las esposas que le había colocado la policía. La comunidad de San Isidro, en La Habana Vieja, impidió sin embargo que fuera detenido. Nunca antes había sucedido algo así. Desde finales de 2020 se ha concentrado en esa barriada pobre un grupo que comenzó discutiendo los límites de la libertad cultural y que ahora busca ocupar un vacío político. Deseamos una nación donde no exista el odio político, la violencia policial, la represión, la censura", señala un manifiesto lanzado en medio del VII Congreso, y suscrito por numerosos activistas callejeros y digitales. El 27-N, como se han presentado, reclama un "país inclusivo, democrático, soberano, próspero, equitativo y transnacional".

El futuro en discusión

En 2005, Fidel Castro habló sobre la posible reversión de las consecuencias del socialismo. "Esta revolución no la pueden destruir ellos, pero sí nuestros defectos y nuestras desigualdades", dijo. Aquellas palabras recobran su actualidad en un país donde la pandemia agravó las condiciones de existencia.

Iván de la Nuez, uno de los intelectuales más lúcidos de la generación nacida con la Revolución y que tuvo que marchar al exilio, en su caso en Barcelona, asegura que en la Cuba actual hay un descontento generalizado "aunque buena parte del Gobierno lo niegue". El autor de Cubantropia advierte que ese malestar no ha derivado todavía en una "situación democrática" aunque buena parte de la oposición así lo crea. Los primeros, "viven en una realidad paralela y analógica". Los segundos, mientras tanto, están por ahora capturados por la lógica de la era digital y las redes sociales. "Se han ubicado en una realidad aumentada", asegura. Piensan que la caída de ese Gobierno no sólo es posible, sino también inminente. Y ese horizonte no es por ahora visible.