Aquilino Gonell, un inmigrante de Republica Dominicana nacionalizado estadounidense, sargento de la policía del Capitolio y veterano militar, pensó el 6 de enero lo que nunca había sentido cuando servía en la guerra de Irak con el uniforme de Estados Unidos: “que iba a morir”. Su colega Harry Dunn nunca en sus 14 años en el cuerpo había sido insultado con el peor epíteto racista de Estados Unidos, “nigger”, mientras llevaba el uniforme; nunca hasta aquel miércoles. Michael Fanone, del Departamento de Policía de Washington, fue golpeado, electrocutado y llamado “traidor” y antes de sufrir un leve ataque al corazón y quedar inconsciente cuatro minutos escuchó a alguien decir: “matadlo con su propia pistola”. Su compañero en la policía metropolitana Daniel Hodges, que recibió una paliza con su propia máscara y con su porra mientras estaba atrapado entre una puerta y los asaltantes, temió que iba a ser “linchado por la masa” mientras era golpeado.

Los cuatro agentes del orden estuvieron en el Capitolio cuando se produjo el asalto en un intento de frenar la certificación de resultados de las elecciones presidenciales de noviembre en las que ganó Joe Biden y perdió Donald Trump. Sus testimonios han abierto este martes en el Congreso de Estados Unidos la primera sesión del comité selecto” creado por la presidenta de la Cámara Baja, Nancy Pelosi, para investigar aquella insurrección, un panel que ha nacido como alternativa tras el bloqueo republicano a formar una comisión independiente al estilo de la que investigó los atentados del 11 de septiembre del 2001 y que va a desarrollar su trabajo marcado y lastrado por la profunda división y polarización política que impera, como en el resto del país, en Capitol Hill, como sucedió en el comité creado por los republicanos que investigó Bengasi.

Dos de los agentes que estuvieron aquel día en el Capitolio se abrazan este martes antes de testificar. EFE

Las voces republicanas 

El líder de la minoría republicana, Kevin McCarthy, retiró a los cinco congresistas que había elegido para el comité cuando Pelosi rechazó a dos de ellos alegando que han mantenido viva la “gran mentira” de Trump sobre un inexistente fraude electoral. Finalmente solo dos republicanos se sientan en el comité por invitación de Pelosi: Liz Cheney y Adam Kinzinger, dos de las escasas voces conservadoras que se han levantado para denunciar contundentemente las acciones de Trump y el amparo que le ha dado el partido y han sido por ello repudiados y castigados por la formación.

Cheney no se ha acobardado por el ostracismo al que la relega su partido. Al contrario, ha aprovechado su declaración inicial este martes tras la del presidente del comité, el demócrata Bennie Thompson, para hacer otra contundente denuncia de los hechos (por los que Trump fue sometido a un segundo impeachment del que fue absuelto) y volver a señalar a la responsabilidad del expresidente. “No podemos dejar sin investigar la violencia del 6 de enero y sus causas” ha dicho la representante de Wyoming e hija del exvicepresidente Dick Cheney. “También necesitamos saber lo que pasó cada minuto de aquel día en la Casa Blanca, cada llamada, cada conversación, cada reunión antes, durante y después del ataque”, ha añadido, asegurando también que “hombres y mujeres honorables tienen una obligación de dar un paso adelante”.

Kinzinger, que ha rozado las lágrimas en varios momentos de su interrogatorio a los cuatro agentes, ha cuestionado también a sus compañeros de filas por haber construido una “narrativa alternativa para desacreditar el proceso” abierto en la Cámara Baja según la cual debería haberse lanzado un comité similar para investigar las protestas y episodios de saqueos y violencia que se vivieron el verano pasado en EEUU tras el asesinato por la policía de George Floyd. Kinzinger, que estuvo en esas protestas como miembro de la Guardia Nacional, ha dejado claro el abismo que separa a los dos hechos y la artimaña demagógica de los republicanos. “Condeno esas protestas pero nunca sentí que el futuro del autogobierno estuviera amenazado como lo sentí el 6 de enero”, ha dicho. “Hay una diferencia entre romper la ley y rechazar el estado de derecho; entre un crimen, incluso graves crímenes, y un golpe”.