Marruecos celebra elecciones legislativas, regionales y municipales este miércoles con cambios significativos en su ley electoral. Aunque se prevé que los islamistas moderados del Partido Justicia y Desarrollo (PJD) revaliden su mandato por tercera vez, las modificaciones en la regla dejarán al país africano con un Parlamento más fragmentado. La dificultad para formar gobierno y su debilidad evidente consolidarán el poder de la monarquía que ya durante la pandemia se ha hecho con el control de la mayoría de las decisiones estratégicas. Se prevé una elevada abstención.

Esta modificación de la ley electoral, aprobada en marzo, amplía los escaños reservados a mujeres. Ahora cuentan con 90 asientos sobre un total de 395. A su vez, en las regionales y locales, se ha reservado un tercio de la cuota para las mujeres. Pero estas medidas han pasado desapercibidas, ya que las otras reformas tendrán repercusiones significativas sobre el sistema político. Por un lado, se ha eliminado el umbral electoral del 3%, permitiendo la entrada de partidos pequeños y convirtiendo la mayoría absoluta en algo inconcebible en Marruecos. 

Por otro lado, se ha modificado el cociente electoral de tal manera que imposibilita que un partido gane más de un diputado por circunscripción. La consecuencia será una Cámara baja más diversa pero también más fragmentada y una coalición como Ejecutivo más débil. Serán probablemente los islamistas del PJD quienes tengan que enfrentarse a este complicado panorama una vez se conozcan los resultados electorales. Ya han criticado el cambio.

También “el uso masivo de dinero para comprar candidatos y votos”, ha denunciado el primer ministro y cabeza de partido, Saad Eddine Al Othmani. El líder del Partido del Progreso y Socialismo, Nabil Benabdellah, se ha unido a las críticas de corrupción en la política marroquí. Casi 18 millones de ciudadanos están llamados a las urnas para elegir a los 395 diputados de la Cámara de Representantes y a los más de 31.000 funcionarios municipales y regionales. 

Control de la monarquía

Con el objetivo de impulsar la participación, durante la misma jornada electoral se celebran comicios legislativos, regionales y municipales. En la última cita electoral, en el 2016, solo un 43% del electorado votó. Se prevé que la cifra sea incluso menor por la desconfianza creciente hacia el sistema político y la pandemia de coronavirus. Durante los últimos meses, la monarquía ha ido haciéndose con el control de las decisiones estratégicas, los planes de desarrollo y los grandes proyectos económicos de Marruecos. Ha sido el monarca, y no el primer ministro, el encargado de nombrar a los ministros clave. 

De forma gradual, esta estrategia de Mohamed VI, rey desde hace más de 20 años, ha hecho que el Parlamento vaya perdiendo su poder. El 74% de los marroquís no confía en los partidos políticos y el 70% no tiene confianza en la Cámara Baja que votan este miércoles, según el Instituto Marroquí de Análisis de Políticas. Durante las últimas semanas, las propias formaciones han señalado el uso ilegal de dinero durante la campaña electoral. 

Solo una candidata

“Acusamos al Rally Nacional de Independientes (RNI) de inundar la escena política con dinero”, ha denunciado Abdellatif Ouahbi, secretario general del Partido Autenticidad y Modernidad (PAM). El PAM es el mayor partido de oposición a la derecha y como segunda fuerza tras el PJD, aspira a liderar el país. A su vez, el RNI busca el apoyo de los empresarios y es considerado más cercano a la órbita de palacio. 

Precedidos por el nacionalista y conservador Istiqlal, en 2016 los independientes se situaron en la cuarta posición. Pese a los intentos de aumentar la representación de las mujeres en las instituciones políticas, ninguno de los grandes partidos ha presentado a una candidata a primera ministra. Solo Nabila Mounib, del Partido Socialista Unificado (PSU), encabeza su lista.