La muerte de Ahmaud Arbery el 23 de febrero del año pasado en un barrio residencial de Brunswick, en el sureño estado de Georgia, fue lo que algunos, incluyendo Joe Biden cuando era candidato a presidente de Estados Unidos, denunciaron como “un linchamiento” del siglo XXI. Aquel día Arbery, un joven negro de 25 años, corría en Satilla Shores cuando Travis McMichael, su padre Greg McMichael y William Bryan, tres hombres blancos, empezaron a perseguirle y le rodearon. El más joven de los McMichael le disparó y le mató. Este miércoles, los tres han sido declarados culpables del asesinato de Arbery y otros cargos.

Aunque en el caso del mayor de los McMichael y el de Bryan han sido exonerados de asesinato doloso, la condena por asesinato puede conllevarles a los tres a sentencias de cadena perpetua. Y los tres están también imputados por la muerte de Arbery en un caso federal por crímenes de odio que empezará a juzgarse en febrero.

"Arresto ciudadano"

El juicio se ha seguido con enorme interés en EEUU. Se ha celebrado en paralelo al proceso penal que acabó la semana pasada con la exoneración de Kyle Rittenhouse por la muerte de dos personas en protestas contra la injusticia racial en Kenosha en 2020 y al caso civil en el que este martes fueron condenados grupos supremacistas blancos vinculados a las protestas de 2017 en Charlotesville. Y los tres juicios han puesto sobre el tapete cuestiones explosivas sobre raza, armas y “vigilantismo”.

En el caso de Arbery y de la condena de los McMichael y Bryan, el jurado, con solo un integrante negro (pese a que la minoría representa casi el 30% de la población en el condado), ha desestimado las alegaciones de la defensa de los tres hombres de que solo pretendían hacer un “arresto ciudadano” en un barrio donde se habían producido algunos robos. Y el veredicto ratifica el argumento de la fiscalía de que Arbery, que estaba desarmado, no representaba ninguna amenaza y ellos no tenían motivos ni excusa para considerar al joven sospechoso de haber cometido crimen alguno ni amparo legal para perseguirle.

La lentitud con que actuaron las autoridades en ese caso, sin ningún arresto en los 74 días siguientes pese a tener el vídeo que grabó con su teléfono Bryan, contribuyó a caldear los ánimos y protestas por las injusticias raciales en EEUU, tensiones que explotaron unas semanas después tras la muerte a manos de la policía de George Floyd en Mineápolis.