Jerusalén ha amanecido empapada. Al este, en la parte ocupada de la ciudad, la lluvia mojaba los restos de una casa que había acogido a generaciones de palestinos. El hogar de los Salhiya, con sus 15 miembros, ha sido desalojado esta madrugada por la policía israelí para ser posteriormente demolido. Se trata del primer desahucio en el polémico barrio de Sheij Jarrah desde 2017. A las tres y media de la mañana y sin apenas testigos soportando el frío, las excavadoras han convertido en ruinas las vidas de estos 15 palestinos. Y han quebrado el ánimo de las demás familias del barrio en disputas judiciales para conservar su hogar.

En la puerta de la nevera quedan inmaculados tres retratos familiares. Entre zapatos desparejados y libros esparcidos por el suelo, se erige una mochila rosa de la más pequeña de la casa, Aya, de nueve años. Al ser expulsados con violencia de su casa, los Salhiya no han podido llevar consigo ninguna de sus pertenencias. Después, la policía israelí ha procedido a detener a 18 personas, entre ellos el patriarca, Mahmud Salhiya, y cinco israelís, sospechosos de "infringir una orden judicial, fortificación violenta y perturbación del orden público".

A principios de esta semana, Mahmud se encaramó al tejado de su casa con bombonas de gas. "No volveremos a huir, no tenemos otro lugar a donde ir", gritaba. "Ya nos expulsasteis una vez en 1948; o morimos en nuestra casa o vivimos, no nos vamos", defendía. Y el lunes no se fueron. Después de horas de negociación con la policía israelí, los agentes se marcharon no sin antes demoler el vivero de plantas de la propiedad, que era uno de los sustentos económicos de la familia.

Barrio de consulados

La municipalidad de Jerusalén ganó la batalla legal para expropiar su tierra y construir una escuela para necesidades especiales y guarderías allí. La familia Salhiya defiende que lleva décadas viviendo allí desde antes que Israel capturara y ocupara la parte este de la ciudad en 1967 pero la corte israelí falló en su contra. Decenas de activistas palestinos han criticado al ayuntamiento de la urbe por echar a una familia cuando al lado de donde estaba su hogar hay un terreno baldío que el municipio entregó de forma gratuita a una organización ultraortodoxa para construir una yeshivá religiosa, centro de estudios de la Torá y el Talmud.

Sheij Jarrah no es sólo hogar de miles de palestinos que huyeron de sus casas en territorio ahora israelí durante la Nakba, la catástrofe de 1948. También es el barrio de diplomáticos y extranjeros y donde se encuentran los principales consulados de países occidentales. Precisamente el terreno donde llevan viviendo desde la década de los 50 los Salhiya está situado justo enfrente de la delegación británica. Las familias afectadas y los activistas que las acompañan critican la falta de acción y reproches a las autoridades israelís por parte de estos representantes diplomáticos.

"Limpieza étnica"

Más de 1.200 palestinos fueron desplazados en 2021 por las demoliciones de sus hogares en Jerusalén Este y la Cisjordania ocupada. Decenas de familias palestinas en la parte oriental de la Ciudad Santa corren el riesgo de ser desalojadas por organizaciones de colonos judíos. Otros miles se enfrentan a la amenaza de demolición por las políticas discriminatorias que dificultan extremadamente a los palestinos construir nuevas casas o ampliar las existentes. "Limpieza étnica", así describen los palestinos la expulsión y destrucción de sus hogares. 

Fueron precisamente las protestas a favor de las familias de Sheij Jarrah y de otros barrios, enzarzadas en batallas legales durante décadas, y la violenta respuesta policial las que prendieron la mecha para los enfrentamientos del pasado mes de mayo. Durante 11 días, Hamás e Israel se enfrentaron en los cielos, dejando más de 250 muertos palestinos en la Franja de Gaza y 13 en el bando israelí. Este primer desahucio en cinco años sienta un peligroso precedente para el resto de palestinos pendientes de sus casos en la justicia israelí.

Jerusalén, y los jerosolimitanos, esperan una nevada. Sin compensación alguna, los 15 miembros de la familia Salhiya se han quedado sin un techo que les proteja del inminente manto blanco que cubrirá la ciudad. Fruto de la desesperación, piden apoyo económico a quienes quieran ayudar. Siete décadas después de su primera expulsión, los Salhiya vuelven a convertirse en refugiados en su propia tierra.