El saldo de una vieja deuda por valor de 475 millones de euros, abonada ahora por el gobierno británico, ha sido el precio a pagar por la liberación de dos presos con doble nacionalidad británico-iraní encarcelados por las autoridades de Irán. La manager Nazanin Zaghari-Ratcliffe y el empresario Anoosheh Ashoori volaban el miércoles rumbo a Londres vía Omán, después de años de detención acusados falsamente de espionaje. Los dos se han visto en el centro de una larga disputa entre Londres y Teherán.

“Es el comienzo de una nueva vida”, declaraba el miércoles Richard Ratcliffe a la espera de poder abrazar a su esposa, por la que ha venido luchando incansablemente durante los últimos seis años. Su perseverancia, con cartas y peticiones al gobierno, campañas en los medios de comunicación, manifestaciones y huelgas de hambre, han impedido que la situación de la presa cayera en el olvido. El encarcelamiento de su mujer, obligada a separarse de Gabriella, la hija de ambos, aún un bebé, (ahora, con seis años, casi no conoce a su progenitora), hizo mella en el corazón de los británicos. Ayer al dar la noticia de la liberación, a la presentadora de la BBC, de habitual imperturbable, le temblaba la voz. 

La imprudencia de Johnson

Nazarin, de 42 años, había viajado en el 2016 con su hija a ver a sus padres en Teherán. Una visita rutinaria de vacaciones para celebrar el nuevo año, que tomó un cariz siniestro cuando a punto de embarcar en el avión de vuelta a su hogar en Londres fue detenida y acusada de conspirar para derribar el gobierno de Irán. Al instante le fue retirado el pasaporte y tras una primera condena de cinco años, que no sería la única, fue encarcelada. De nada sirvió que la manager de Thomson Reuters Foundation, una fundación sin ánimo de lucro e independiente de la agencia de noticias Reuters, negara rotundamente los cargos. Boris Johnson, entonces ministro de Exteriores, agravó aún más su situación al afirmar erróneamente que Zaghari-Ratcliffe había ido a Irán a dar clases de periodismo. El comentario, realizado a la ligera con una imprudencia que hubiera debido costarle el cargo, fue utilizado por el tribunal iraní como prueba de que la acusada había estado realizando actividades de “propaganda contra el régimen”. 

El otro liberado, Ashoori, que ha vivido en el Reino Unido desde hace 20 años, fue detenido en el 2017 acusado de espionaje cuando visitaba su madre en Irán y condenado a 12 años de cárcel. Otro empresario condenado, Morad Tahbaz, también con doble nacionalidad, ha podido salir de la cárcel pero se halla bajo arresto domiciliario.

Pago y sanciones

Las autoridades iranís habrían exigido para poner en libertad a los dos presos que el gobierno británico abonara una vieja factura de la década de los setenta, por la orden de unos tanques Chieftan que no se completó tras el triunfo de la Revolución Islámica en 1979. De acuerdo con la ministra de Exteriores, Liz Truss, el pago se ajusta a los establecido por las sanciones internacionales a Irán y el dinero sólo se empleará “en ayuda humanitaria”.