Las estatuas de Lenin han reaparecido en el sur de Ucrania y el rublo vuelve a ser moneda de circulación legal desde principios de mes. Los recién casados reciben documentos oficiales rusos, y las banderas ucranianas están siendo progresivamente reemplazadas por la hoz y el martillo de la bandera roja soviética. Es el nuevo paisaje que empieza a despuntar en las zonas ocupadas del sur y el este de Ucrania, poco más de dos meses después del inicio de la invasión ordenada por Vladímir Putin. Las incipientes medidas para rusificar los territorios conquistados e imponer allí una nueva administración denotan que el ejército ruso tiene intención de quedarse. Toda una distopía para muchos ucranianos, que sienten como si el reloj del tiempo se hubiera estropeado y la vieja Unión Soviética volviese a controlar sus vidas.  

Anastasia escapó de Jersón pocas horas después del inicio de la invasión rusa, pero buena parte de su familia se quedó en la ciudad, la primera de las grandes urbes ucranianas ocupadas por los militares del Kremlin. “Mi madre me dice que es como haber vuelto a principios de los años noventa, cuando Ucrania se hizo independiente: largas colas, escasez de productos básicos, hiperinflación… Es una locura porque nadie quiere regresar al pasado”, asegura esta intérprete de 26 años en una entrevista telefónica. La rutina de su madre está ahora enteramente consagrada a sobrevivir. Pasa las mañanas haciendo cola frente a los mercados y bancos que siguen abiertos. A primera hora de la tarde regresa a casa, antes de que la calle pase a ser territorio comanche.  

“Los rusos están por todas partes y se comportan como si la ciudad fuera suya. No hay libertad. Están secuestrando a veteranos de la guerra del Donbás y a los que se manifiestan contra la ocupación. Se los llevan para interrogarlos y algunos desaparecen”, añade con la voz entrecortada. Como está pasando en otras zonas de la Ucrania ocupada, los ocupantes rusos han reemplazado a las autoridades electas de Jersón con colaboracionistas del Kremlin. El nuevo alcalde es un antiguo oficial del KGB, y el gobernador regional, Volodímir Saldo, un exdiputado ucraniano del Partido de las Regiones, el mismo al que perteneció Víktor Yanukóvich, el último presidente prorruso del país.  

El rublo pasa a ser moneda legal 

El pasado 1 de mayo esas mismas autoridades introdujeron el rublo como moneda legal en la región y anunciaron que coexistirá con el grivna ucraniano durante varios meses hasta que pueda reemplazarlo. También han ordenado a los profesores que adopten el currículum ruso cuando las clases se reanuden después del verano. Algo más al este, en Melitopol, ya en la región de Zaporiya, donde también empieza a circular el rublo, hay planes para que la sede del Oschadbank ucraniano sea ocupada por el Sbernank ruso, un banco estatal sancionado en Occidente por sus vínculos con el Kremlin. En otras zonas recién capturadas del Donbás se han introducido sellos postales de Moscú y los nuevos matrimonios se certifican con documentos oficiales rusos. La clase de medidas que se adoptan cuando una potencia ocupante quiere administrar el territorio.

“Esta fuera de toda discusión que la región de Jersón pueda volver a la Ucrania nazi”, dijo la semana pasada Kirill Stremsousov, el número dos de la nueva ‘administración cívico-militar’ de esa provincia meridional, aludiendo a una de las distorsiones de la propaganda rusa. “Kiev no podrá nunca más imponer sus despreciables políticas nazis sobre nuestra tierra”. Si las intenciones del Kremlin pasan, como todo parece indicar por ocupar la región de forma indefinida, solo falta saber el modelo que seguirá. “Una opción es que apueste por crear en Kherson y Zaporiya ‘repúblicas populares’ similares a las establecidas antes en la Transnistria moldava, Georgia y el Donbás”, afirma Andreas Umland, analista del Stockholm Center for Eastern European Studies.  

'Repúblicas populares' o anexión 

De ahí los rumores sobre posibles referéndums, el mismo instrumento que el Kremlin utilizó en Crimea y las regiones separatistas de Lugansk Donetsk. “La otra posibilidad, cada vez más probable, es que opté directamente por la anexión y las regiones ocupadas pasen a formar parte de un nuevo distrito administrativo de la Federación Rusa”. Putin ya lo invocó hace unos años, cuando se refirió a las zonas ahora parcialmente bajo su control como Nueva Rusia (Novorossiya), el nombre que recibió la región durante los más de 100 años que perteneció al Imperio zarista. Por entonces, englobaba desde el Donbás hasta Odesa e incluía también Crimea y la Besarabia moldava.  

Todas esas regiones vuelven a estar ahora en la mirilla del Kremlin y no se descarta que Putin anuncie este mismo lunes la anexión de varios territorios, coincidiendo con el fastuoso aniversario de la victoria soviética contra la Alemania nazi en la Segunda Guerra Mundial, según reconoció esta semana un asesor del presidente ucraniano. Por el momento, son las banderas rojas y las estatuas de Lenin, como la que vuelve a reinar en la plaza central de Jersón, las que han vuelto a Ucrania. Vestigios de un pasado común al que Ucrania no quiere regresar, como demostró al borrar a los próceres soviéticos de sus calles y monumentos tras la revuelta del Euromaidan en 2014.