Francisco Pacheco fue acribillado a balazos en la puerta de su casa la mañana del 25 de abril de 2016 en Taxco de Alarcón, en el estado de Guerrero. En el diario que fundó 17 años antes, El Foro de Taxco, se ocupaba de investigar la gestión de las arcas municipales. Teresa Montaño sufrió un secuestro exprés el 13 de agosto de 2021 presuntamente por su condición de periodista. Los secuestradores entraron en su casa y le robaron archivos de sus investigaciones de corrupción, algunas libretas, el ordenador, un ipad "viejito", la grabadora y la cámara, así como su coche. Todos sus "instrumentos de trabajo". Cynthia Valdez quedó atrapada en medio de las pugnas que surgieron entre dos grupos del cártel de Sinaloa tras la extradición del Chapo Guzmán: el de los hijos del Chapo y el de los hijos de Dámaso López. Tuvo que escribir al dictado de los narcos y sufrió y sigue sufriendo a día de hoy amenazas y episodios de hostigamiento. Alejandro Lorenzo Ortiz abandonó a la carrera Guerrero hace poco más de una semana después de padecer un tiroteo en el exterior de su casa en el que murieron tres personas. Desde 2015 ha ido encadenando amenazas, agresiones, robos y más amenazas por parte de los mismos que protagonizaron la "balacera". Ahora está en España con su mujer y sus dos hijos gracias a Reporteros Sin Fronteras (RSF). Valdez, Montaño y una hija de Pacheco también han recibido el apoyo de RSF.

Son solo cuatro ejemplos de la catastrófica situación que vive la prensa en México, donde desde el pasado 1 de enero han sido asesinados 11 periodistas, los mismos que en todo 2016, el año más mortífero para el gremio de las últimas dos décadas. "Cada 14 horas se agrede a un periodista o un medio de comunicación por ejercer su labor", explica a El Periódico Paula Saucedo, responsable del programa de Protección y Defensa de Artículo 19 México, organización que vela por la libertad de expresión y el derecho a la información. "Parece que está configurado todo un sistema que hace que la violencia contra la prensa sea posible. Básicamente facilita que se agreda a la prensa".

Roberto Rock, vicepresidente segundo de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) y director genera del portal La Silla Rota, sitúa en el año 2000 el inicio de este fenómeno, coincidiendo con una alternancia en el Gobierno tras 70 años de poder del PRI y un fortalecimiento de los cárteles mexicanos de la droga. La prensa, recuerda Rock, "no estaba capacitada", con "periodistas mal preparados, mal pagados, sin Seguridad Social y unos medios débiles". Y pronto los grupos del crimen organizado convirtieron a estos profesionales en un blanco específico para "acallarlos, atemorizar a otros periodistas o, simplemente, para calentar la plaza".

Impunidad del 98%

Los motivos de esta deriva violenta son varios, aunque tanto Saucedo como el resto de periodistas consultados para este reportaje coinciden en que el más relevante es la impunidad de estos crímenes, que es de más del 98% (en el resto de crímenes es del 90%). "El mensaje que mandan (las autoridades) es que hay libertad para matar (...). Si desde el primer momento hubiera habido justicia no habríamos llegado a esta situación", señala Ortiz. "Hoy se mata a sangre fría a un periodista como si no se matara a nadie", abunda Priscilla Pacheco, hija de Francisco Pacheco y encargada de que su caso no se pierda en el miasma burocrático y judicial. "No hay un castigo, no se arresta a los autores intelectuales, se detiene a chivos expiatorios...", añade Cynthia Valdez.

A esta impunidad se une el hecho de que los principales agresores de periodistas son servidores públicos, paradójicamente quienes están obligados a protegerlos. "Las policías no están capacitadas en materia de derechos humanos y mucho menos en materia de periodismo", subraya Pacheco. Estos ataques se suceden por todo el país, pero se concentran especialmente en las zonas controladas por el narcotráfico en los estados de Guerrero, Tamaulipas, Oaxaca o Veracruz, territorio este último que ostenta el triste récord de profesionales de la prensa asesinados (31 desde el año 2000). Narcotráfico y política han acabado formando equipo -narcopolítica la llaman- y aquellos que informan de asuntos que afectan a sus intereses corren el riesgo de sufrir amenazas de todo tipo, desde de inicio de acciones legales a violencia sexual o física, así como campañas de desprestigio, intimidación, hostigamiento o, en última instancia, la muerte.

A este último extremo se ha llegado en 156 ocasiones desde el año 2000, según el recuento de Artículo 19. Oenegés y organizaciones internacionales consideran a México como el país más peligroso y mortífero para los periodistas fuera de una zona de guerra. Y ocupa el puesto 143 de 180 países en la Clasificación Mundial de la Libertad de Prensa 2021 de RSF.

Los puñales de López Obrador

En este contexto, pues, suenan como puñales las palabras del presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, quien cada miércoles en las mañaneras -como se conocen las ruedas de prensa diarias que da- dedica una sección a abroncar a periodistas y medios de comunicación que, a su juicio, mienten o exageran. "Ha configurado una especie de tribunal de la verdad (...). La prensa por supuesto puede ser debatida, pero estos debates deben venir de la sociedad, no del Estado", asegura Saucedo, al tiempo que destaca que esta "cacería" aumenta "los riesgos de la prensa a sufrir más violencia". "Es una estrategia del Gobierno para quitar legitimidad, respetabilidad y deshumanizar a la prensa", añade Rock.

Teresa Montaño considera que López Obrador se dedica a señalar a los periodistas corruptos, pero admite que su discurso "no ayuda y debería darle un vuelco para dignificar al gremio". "Es aberrante y contribuye a estigmatizar a la prensa", afirma con contundencia Alejandro Lorenzo Ortiz. En la misma línea, Cynthia Valdez, sostiene que el presidente "ha contribuido muchísimo más a estas agresiones porque las está permitiendo y cobija a los agresores".

Las consecuencias de esta situación son múltiples. Por un lado, los periodistas agredidos y las familias de los asesinados no obtienen una reparación pues los casos raramente acaban con los culpables castigados. Aquellos que están amenazados pueden solicitar el Mecanismo de Protección para Personas Defensoras de Derechos Humanos y Periodistas puesto en marcha hace un año por el Gobierno, pero muchos usuarios denuncian su ineficacia. "De los 11 compañeros asesinados este año, dos de ellos tenían medidas de protección", recuerda Ortiz. Él mismo comprobó la inutilidad del botón del pánico, pues cuando empezaron a sonar las balas en el exterior de su domicilio lo pulsó pero la policía le respondió que iban a tardar 75 minutos en llegar. Algo parecido le pasó a Priscilla Pacheco.

Revictimización

La revictimización es otra de las consecuencias. La mayoría de periodistas que sufren este tipo de agresiones muchas veces pierden el apoyo de sus medios de comunicación y, en el caso de los freelance, tienen muchas dificultades para poder volver a vender sus historias. "Nadie se te quiere acercar, nadie te quiere dar trabajo porque eres una periodista amenazada. No se quieren hacer responsables de contratarte y que te pase algo", afirma Valdez, quien era corresponsal en Sinaloa del diario Milenio y a raíz de los problemas que tuvo con los narcos perdió su empleo.

Esta estrategia de acoso y derribo contra los informadores está provocando, asimismo, que cada vez haya más autocensura y que algunos se planteen tirar la toalla para "poder tener una vida normal", como dice Valdez. "La censura es la única salida muchas veces entre ser asesinado y seguir con vida o mantener la integridad", añade Saucedo. Y esto, de rebote, provoca que la ciudadanía "se esté perdiendo información".

El pesimismo se ha adueñado de la profesión. "México es un país culturalmente hablando muy vasto, muy bello, pero socialmente somos una sociedad morbosa, que le gusta ver sangre, que ha normalizado el narcotráfico, los crímenes y que no haya justicia", subraya Pacheco, que define la situación de la prensa como "catastrófica". Montaño considera que se encuentra en "emergencia". "Sin esperanza", lamenta Valdez. En definitiva, resume Ortiz: "No se dan las condiciones para ejercer el periodismo en México".