Reunión bilateral

China amenaza a Washington antes de la reunión con la presidenta taiwanesa

Taipei ha respondido que “es un derecho de los 23 millones de taiwaneses mantener los intercambios con países democráticos” y que China carece de voz en sus asuntos

El presidente chino, Xi Jinping, y el de EEUU, Joe Biden, durante la cumbre del G20 de Bali, el pasado 14 de noviembre.

El presidente chino, Xi Jinping, y el de EEUU, Joe Biden, durante la cumbre del G20 de Bali, el pasado 14 de noviembre. / KEVIN LAMARQUE / REUTERS

Adrián Foncillas

China ha exigido a Estados Unidos que no repita sus errores en la víspera de la reunión en California de la presidenta taiwanesa, Tsai Ing-wen, y el presidente de la Cámara de Representantes, Kevin McCarthy. Que no repita, ha concretado, los errores de su predecesora, en referencia a Nancy Pelosi, cuyo viaje del pasado año a Taipei desencadenó las elefantiásicas maniobras militares chinas en el estrecho de Formosa. Es seguro que la tercera personalidad política del país, después del presidente y la vicepresidenta, ignorará la súplica.

La reunión será el acto más enjundioso de la gira de diez días que ha llevado a Tsai por Belice y Guatemala, dos de los escasos aliados que le quedan, con las ya rituales “escalas de tránsito” en Estados Unidos. Así se disfrazan los viajes de Tsai a un país que no reconoce el suyo y que descomponen a Pekín. Se daba por descontado su encuentro con McCarthy, confirmado finalmente ayer, que ha puesto en guardia a la diplomacia china. Ese “tránsito”, ha tronado el consulado chino de Los Ángeles, enmascara las citas oficiales y el “espectáculo político”. Y el encuentro de mañana, ha continuado, dañará los sentimientos del pueblo chino, enviará un mensaje erróneo a los independentistas isleños y dinamitará las relaciones bilaterales. “No ayuda a la paz, a la estabilidad ni a la seguridad regionales, y tampoco ayuda a los intereses comunes de la gente de China y de Estados Unidos”, ha continuado. Taipei ha respondido que “es un derecho de los 23 millones de taiwaneses mantener los intercambios con países democráticos” y que China carece de voz en sus asuntos.

Washington ha desdramatizado el cabreo chino aludiendo a la costumbre. Es habitual, ha recordado, que Tsai se reúna con congresistas y representantes de la diáspora taiwanesa en Estados Unidos. Es cierto que la práctica no es inédita. También lo es que nunca habían estado tan deterioradas las relaciones sinoestadounidenses y que Washington no acostumbraba a premiar a Tsai con reuniones con tan relevantes cargos como el presidente de la Cámara de Representantes.

Tormentas políticas

Los contactos de Tsai con funcionarios estadounidenses generan tormentas irremediables. La casuística sienta que los decibelios son menos si se producen en Estados Unidos que en la isla porque esta, juzga Pekín, es parte de su territorio. Tsai rechazó la visita del republicano McCarthy a Taiwán, al menos hasta pasadas las elecciones presidenciales de enero, y propuso encontrarse en California. Es una dirigente sensata y razonable, con disputas irreconciliables con Pekín, pero que rehúye el enfrentamiento prescindible. En Estados Unidos ha cancelado algunos actos y limitado sus contactos con la prensa para rebajar el suflé. También la sede del encuentro con McCarthy, la Biblioteca Ronald Reagan, sugiere la búsqueda del perfil bajo. Es seguro que Pekín reaccionará con brío a la cita pero también que no alcanzará el ruido que siguió a la visita de Pelosi en agosto. 

El capítulo diario de lamentos diplomáticos chinos se completa con Filipinas por su reciente permiso a levantar otras cuatro bases militares estadounidense. Su ubicación no es casual: en el Mar del Sur de China, que Pekín reclama en su casi totalidad, y cerca de Taiwán. China ha criticado la ofensiva estadounidense en la región, con alianzas militares y bases, y pedido a los países que “reflexionen cuidadosamente sobre lo que es realmente apropiado y mutuamente beneficioso para ellos”. Filipinas está obligada a un equilibrio complicado entre Estados Unidos, su tradicional aliado en la región, y la dependencia económica de China. El anterior presidente, Rodrigo Duterte, viró hacia Pekín, y su relevo, Bongbong Marcos, había prometido repartir sus afectos. La tendencia de sus primeros meses de Gobierno, sin embargo, muestra una marcada inclinación hacia Washington.