Crisis en el país asiático

Seúl es un enorme y ruidoso protestódromo contra el presidente de Corea del Sur

Yoon Suk-yeol se juega la destitución este sábado en la Asamblea Popular, pero el pueblo ya ha bajado su pulgar

Una protesta en Seúl contra Yoon Suk-yeol.

Una protesta en Seúl contra Yoon Suk-yeol. / EFE

Adrián Foncillas

Adrián Foncillas

Seúl (enviado especial)

Seúl es un protestódromo estos días. No hay avenida ni plaza ni esquina mala para acoger a un vociferante grupo que, salvo escasísimas excepciones, pida la marcha urgente del presidente. Vale cualquier formato: una concentración con música en directo, una marcha kilométrica o una vigilia con velas. La capital de la cuarta economía asiática dormita durante el día, como si aquella asonada civil nunca hubiera ocurrido, pero ruge tan pronto la ciudadanía toma las calles tras su jornada laboral. Yoon Suk-yeol se juega la destitución este sábado en la Asamblea Popular, pero el pueblo ya ha bajado su pulgar. Es posible que salve el jaque de la oposición, mucho más improbable que pueda gobernar con este clima.

“Volveremos mientras siga ahí”, reta la universitaria Lee. “No solo porque vendió el país a los militares, sino porque es idiota. Tenía un bajo apoyo popular, pero podría haber acabado sin problemas su mandato como el resto de presidentes. Ahora será expulsado y vivirá con esa vergüenza”, continúa. Seúl suma ya dos días de reivindicaciones y quejas desde el vodevil nocturno del martes y le restan otros tantos hasta la votación. Si la supera y los manifestantes cumplen su palabra se abrirá un calendario indefinido de protestas.

La oposición cuenta con 192 votos y para alcanzar los dos tercios de la cámara necesitan arrancarle ocho a la bancada del Partido del Poder Popular. Este ya está escarmentado tras la votación que tumbó la ley marcial con la ayuda de 18 síes propios. Ha exigido la disciplina de voto, pero parece recomendable alejarse de una figura tan radioactiva y amortizada como la de Yoon. Cinco de sus legisladores conservadores revelaban unas horas después de recibir la orden que aún cavilaban su voto.

Miles de congregados

Las protestas en Corea del Sur son una orgía decibélica que tortura cualquier tímpano poco entrenado. En la plaza de Gwanghwamun, corazón del distrito financiero, cantantes y oradores rivalizan en alaridos sobre un escenario. Unos intimidantes altavoces de metro de alto, estudiadamente distribuidos, consiguen que nadie en varios kilómetros a la redonda se pierda detalle. Los miles de congregados se aplican en agitar banderas y pasquines u otras comunicaciones no verbales. Mi resistencia termina cuando unos adolescentes con platillos se apostan a mi espalda.

Minjoo Kang, abogada de 33 años, reparte folletos de Solidaridad Obrera que describen la ley marcial como una traición al pueblo. ¿Sois los comunistas a los que Yoon culpó la noche de autos de sabotear el país? “De izquierdas”. ¿Y es Yoon un fascista? “De extrema derecha”. El debate político en Corea del Sur, a menudo un campo minado, recomienda rigor léxico. Kang salió de la oficina, fue a ver qué se cocía frente a la Asamblea Popular y desde Gwanghwamun marchará hasta la oficina presidencial junto a sus compañeros. Es un kilómetro y medio a buen paso, amenaza Google Maps, con temperaturas heladoras. “Con la música se pasa más rápido”, me anima.

Movilizaciones pacíficas

Las protestas son lúdicas y pacíficas por ahora. Así se mantuvieron durante semanas las hongkonesas contra la ley de extradición china hasta que mudaron en un vandalismo cotidiano que llevó a la excolonia al precipicio. Es posible que ese cálculo influya en los legisladores conservadores a los que se les ha pedido disciplina en la votación del sábado.

A Yoon, además de la calle, le acosa la Fiscalía. Hoy ha revelado que le investiga por insurrección, un delito ajeno a la inmunidad presidencial, y para el que se contemplan largas condenas de cárcel e incluso la pena de muerte. También hoy ha dimitido el ministro de Interior, Kim Yong-hyun, al que el Gobierno señala como el instigador de la ley marcial. “Pura propaganda y noticias falsas”, respondió meses atrás cuando la oposición le preguntó si planeaba dictarla algún día.

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