Tensión en Corea

El presidente surcoreano se disculpa por la ley marcial pero rehúsa dimitir

Afirma que jamás declarará una segunda medida semejante, y que no evadirá "la responsabilidad legal y política relacionada con la ley marcial"

El presidente de Corea del Sur, Yoon Suk Yeol.

El presidente de Corea del Sur, Yoon Suk Yeol. / Europa Press

Adrián Foncillas

"Inclino mi cabeza y me disculpo por las preocupaciones que puedo haber causado a la gente". Con el espinazo doblado ha despedido Yoon Suk-yeol su lacónico discurso, apenas tres minutos, retransmitido en directo. Era la primera vez que hablaba desde que el martes retiró la ley marcial y muchos esperaban que dimitiera para concluir este vodevil de una vez. Ha explicado que la desesperación le había empujado a dictarla y prometido que no se repetirá, ha aclarado que asumirá las consecuencias legales y delegado la decisión de su futuro en el partido. Pero no ha dimitido, así que sigue adelante la moción de destitución prevista a las 17.00 PM (hora local).

A todos ha decepcionado Yoon. El líder de su partido conservador, Han Dong-hoon, ha afirmado minutos después que su continuidad es tan imposible como inevitable su renuncia inmediata. Para el líder opositor de centro izquierda, Lee Jae-myung, su intervención solo incrementará la ansiedad de la gente. "El mayor riesgo al que se enfrenta Corea del Sur es la simple existencia del presidente", ha dicho.

Este mediodía se sucedían las reuniones de la plana mayor del Partido del Poder Popular (PPP) para evitar el proceso de destitución. Su postura es delirante solo en apariencia: creen que su presidente es una amenaza pública pero le protegerán en la votación. Ocurre porque todos quieren a Yoon fuera pero importa mucho la vía. Si dimite, será relevado por otro cargo del partido y los conservadores seguirán gobernando durante los dos años y medio restantes de mandato. Si es destituido, serán convocadas unas elecciones en un plazo de dos meses que perderán sin remedio. Nadie ha olvidado que tras el impeachment en 2017 de la anterior presidenta conservadora, Park Geun-hye, el partido fue destrozado en las siguientes elecciones. El alcalde de Daegu y miembro del PPP, Hong Joon-pyo, ha alertado de que otra destitución "privará al partido de razones para existir y desaparecerá". La destitución parlamentaria de los dos últimos presidentes no es, desde luego, una medalla honrosa, pero tiene Corea del Sur una pulsión irrefrenable a encarcelar a sus líderes que también alcanza a los progresistas.

Ese miedo es la única carta de la que dispone Yoon, tan repudiado en sus filas como en las contrarias. Han, líder del PPP, dijo de él ayer que era un peligro para el país y su gente y que urgía su marcha antes de que ordenara más tropelías. Poco antes había confirmado lo que la prensa local ya había publicado: que Yoon había pedido durante su efímera ley marcial que se detuviera al jefe de la oposición, al presidente parlamentario y a él mismo.

La oposición progresista sólo necesita pescar ocho votos en la bancada conservadora para sumar los 200 que echarían al presidente esta tarde. Que la votación sea secreta facilitará que los legisladores más sensatos rompan la disciplina de voto sin reprimendas. El horizonte del partido, de todas formas, empuja a la compasión si Yoon sigue rehuyendo la dimisión: el hundimiento colosal en unas próximas elecciones o seguir como rehén de un golpista, traidor a sus compañeros y odiado por el pueblo. Tampoco ayudará a la imagen internacional surcoreana que su presidente mandara al Ejército a tomar el Parlamento. Washington y Seúl, sus tradicionales aliados, ya mostraron su alarma con una rotundidad que desbordaba la prudencia diplomática al uso.

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