Guerra de aranceles
China castigará el sector agrícola estadounidense en respuesta a los aranceles adicionales del 10% anunciados por Trump
Las imposiciones de tasas a importaciones ensombrecen el gran cónclave político del año del Partido Comunista Chino

Una mujer vende fruta en su puesto en un mercado en Pekín, China / EFE/ Roman Pilipey

Ha querido el calendario que China inaugure su semana política más grande con la última salva de una guerra comercial. Los aranceles que aprobará mañana contra Estados Unidos sintetizan el presente y el futuro más inmediato de un contexto delicado, tanto doméstico como internacional, que exigirá mucha destreza a los gerifaltes chinos para estimular una economía que disfrutó de tiempos mejores.
Es la irremediable respuesta a los aranceles del 10% (adicionales a los previos, también del 10%) que la semana pasada había anunciado Donald Trump, presidente estadounidense, contra las importaciones chinas. Es costumbre que Pekín espere a su entrada en vigor para desvelar los suyos. Será este martes, si Trump no se ha vuelto a liar con las fechas. "Las contramedidas incluirán probablemente tanto aranceles como castigos no tarifarios a productos agrícolas y alimentarios estadounidenses", sostenía este lunes el diario 'Global Times'. No es un vaticinio sino un anuncio si viene del medio que, bajo el paraguas del Diario del Pueblo, utiliza el Gobierno para comunicarse con la audiencia extranjera. Ya adelantó con puntería milimétrica los castigos chinos a la Unión Europea tras los aranceles a sus coches eléctricos.
La agricultura estadounidense quedó indemne en el primer intercambio de esta guerra comercial 2.0. Fue sorprendente porque el sector acapara las bofetadas en los quirúrgicos castigos chinos a los estados más entusiastas con Trump. Los analistas intuyeron la voluntad de Pekín de atemperar los ánimos pero el segundo embate de Washington los acabó condenando. China es el principal receptor de los productos agrícolas estadounidense, con casi 30.000 millones de dólares en 2024, a pesar de la caída acumulada del 20% en los dos últimos años. Al sector le esperan tiempos difíciles si Trump no ha previsto ya mercados alternativos a los que dirigir su producción. Durante su primer mandato, los envíos de soja estadounidense a China cayeron un 80%. Los ingentes cargamentos de trigo y maíz que aún recibe le otorgan a Pekín sobrada munición para futuros episodios. "Tomaremos todas las medidas necesarias para defender nuestros derechos e intereses", avanzó el viernes el Ministerio de Comercio.
Cónclave político en Pekín
Es probable que los aranceles roben el foco que China pretendía para su evento político más relevante del año. Mañana empieza el lianghui (dos sesiones, en mandarín) con la llegada al Gran Palacio del Pueblo de los 2.000 miembros de la Conferencia Consultiva Política, el principal órgano asesor. Se le presupone cierta representatividad de los diferentes sectores sociales y le da cierto barniz democrático al asunto. Carece de competencias para aprobar leyes pero aporta colorido con imaginativas recomendaciones y la prensa se entretiene con el exbaloncentista Yao Ming, el actor Jackie Chan y otros miembros célebres.
El miércoles llega el plato fuerte con el discurso del primer ministro, Li Qiang, para inaugurar la Asamblea Nacional Popular o Legislativo chino. Dos datos concentran la atención: el presupuesto militar y el pronóstico del crecimiento económico. El evento llega este año con la moral nacional en máximos tras los éxitos de Deepseek, en el campo de la inteligencia artificial, y el de la película Ne Zha 2, en el cine de animación. El contexto, sin embargo, recomienda mesura. Las "turbulencias internas y externas", una frase imperativa en los discursos de las últimas décadas, parecen hoy más briosas que nunca. No ha revitalizado China su economía, que nunca disfrutó del anhelado rebote pandémico, ni ha resuelto el flácido autoconsumo ni la crisis inmobiliaria. La llegada de Trump certifica que el cuadro sólo puede agravarse. El presidente estadounidense apenas ha aplicado aranceles del 20% a los productos chinos cuando los prometió del 60% en las elecciones y nadie duda en Pekín de que, en cuanto concluya con Ucrania y otros asuntos secundarios, virará su atención hacia su principal rival económico y geopolítico.
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