Aunque ocultos bajo sus viseras, quien sabe si para pasar desapercibidos, lo cierto es que durante los últimos días ya se han comenzado a avistar en nuestra comarca estos peculiares seres que suelen moverse en grupos numerosos y que, al igual que los caracoles, surgen como de la nada buscando el sol tras la época de lluvias. Dicen que donde hay una playa das una patada y salen unos cuantos cientos, pero no hay como pasear en estos días por nuestra comarca para comprobar que algo está cambiando. Suelen sentarse en terrazas, alojarse en hoteles, comer en restaurantes, entrar en tiendas de recuerdos y comprar cualquier cosa que les resulte genuina.

Son símbolo de riqueza, no tanto porque ellos la encarnen, sino porque ellos la generan.

¿Quién no se ha puesto en alguna ocasión el traje de turista? En ese momento uno hace como el que no quiere la cosa y se deja llevar, y cuando se da cuenta está en Salou, Benidorm, o siendo un poco más original en la costa del cantábrico o de Andalucía. Y como todos hacen lo mismo, mientras unos se ponen las chanclas otros se ponen las botas. Hasta que llega el día en que uno decide no ir ese verano a la playa sino a un lugar más tranquilo para huir de las multitudes, y la experiencia resulta tan grata que al año siguiente repite, y lo mismo un verano tras otro. Bueno, no exactamente, porque según va dando cuenta de ello, cada vez más personas imitan su viaje, uno detrás de otro hasta convertirlo en un destino turístico.