Ya ha pasado casi un año desde el inicio de la pandemia y el agotamiento empieza a hacer mella en muchos de nosotros.

Nuestro equilibrio psicoemocional depende de pequeños detalles. Pensemos en una balanza. En un lado se deposita el estrés del día a día, el trabajo agotador, las preocupaciones, los problemas de salud menores o mayores… es decir, en un lado están todos los factores externos e internos que nos pesan, las vivencias que interpretamos como “negativas”, aquello que nos desgasta, que nos hace ver la vida como algo difícil. En el otro lado de la balanza están las vivencias que interpretamos como “positivas”, la satisfacción de alcanzar nuestros pequeños objetivos, la relación con los demás, el disfrute de nuestras aficiones…

Para algunas personas, las vivencias negativas pesan como el plomo a la hora de desequilibrar la balanza hacia el lado oscuro. Otras personas, sin embargo, les quitan peso hasta hacerlas flotar, volar y desaparecer a lo lejos, cayendo la balanza hacia el lado amable de la vida con naturalidad y fluidez. Esta forma de ver las cosas dependerá de múltiples factores relacionados con nuestra personalidad y consecuentemente con factores genéticos, educacionales, experienciales, existenciales, espirituales… que influirán en aquello que acabamos llamando salud mental. Entre los dos extremos de gestionar lo que nos ocurre se encuentran la mayoría de las personas, que mantienen un cierto equilibrio intentando que la balanza caiga del lado bueno, tratando de percibir la vida como algo positivo y buscando esa felicidad tan difícil de definir.

Durante la pandemia, inevitablemente hemos perdido muchas de aquellas vivencias positivas que inclinaban la balanza hacia el lado positivo y nos hacían percibir la vida como algo grato: la relación con nuestros seres queridos, las muestras físicas de cariño, la realización de esa actividad que nos reconfortaba. Por otro lado, también han aumentado las vivencias negativas: los problemas de trabajo y económicos, el miedo o la incertidumbre ante la posible infección de seres queridos o de uno mismo, la crispación social, política y mediática…

En Salud Mental, hemos atendido a muchas personas que han perdido su equilibrio tras prescindir de muchos de los momentos de su vida que les ayudaban a mantenerse a flote. Las personas más rígidas y obsesivas, necesitadas de mantener el control de todos los aspectos de su vida han sido, en muchos casos, las más afectadas.

El colectivo de mayor edad, especialmente aquellos que viven solos y acudían a centros de día para mantener contacto social, ha sido otro de los que más ha sufrido la pandemia al perder esa parte tan importante de su día a día.

Es indiscutible que el factor tiempo está empezando a ser determinante en nuestra salud mental y el equilibrio de nuestra balanza dependerá en gran parte de nuestra capacidad para reasignar diferentes pesos a cada una de nuestras vivencias, tanto positivas como negativas. T