Otro nuevo episodio vergonzante en el Congreso. Un diputado llamado 'Romero' gritando a modo borracho de taberna: "¡Vete al médico!" a un tal 'Errejón', mientras éste exponía un discurso a favor del refuerzo de la Salud Mental en nuestro país.

Desgraciadamente, estamos acostumbrados a estas lamentables actuaciones de nuestros representantes que, al parecer, con una simple disculpa, deben ser perdonadas y pasadas por alto. Desconozco si el señor Romero ha llegado a explicar la intención de su comentario, pero resulta complicado encontrar un sentido más allá de la mera ofensa, desprecio y estigmatización.

Como psiquiatra, me gustaría poder explicarle a este diputado que por suerte o por desgracia para él, la Salud Mental no entiende de clases, de razas, de poder adquisitivo ni de ideología política. Es cierto que, como en todos los aspectos de la vida, los más desfavorecidos van a tener menos opciones de obtener ayuda y en el caso de la atención psicológica o psiquiátrica, no va a ser la excepción. Los bajos recursos socioeconómicos, las dificultades para estructurar una familia, los déficits educacionales parentales y otros muchos aspectos pueden influir etiológicamente en algunas patologías mentales, pero nadie se salva del drama de la enfermedad en general y de la enfermedad mental en particular, por muchos recursos de los que pueda disponer.

Para ayudar a quien no dispone de ellos, tenemos un Sistema Público de Salud que, a pesar de la evidente carencia de recursos, ofrece atención a quien no puede permitirse una asistencia privada. Y me atrevo a decir, que a pesar de sus limitaciones, da el 100% en cada partido.

Es evidente que la población se beneficiaría de un aumento del número de psicólogos/as, psiquiatras, enfermeros/as especialistas, auxiliares y de personal sanitario de todas las especialidades médicas. Sin embargo, en un país donde podemos ejercer nuestro derecho a voto, me resulta complicado no reconocer que recogemos lo que sembramos. La crispación, la polarización, los movimientos propagandísticos, se generan con el objetivo de distraer nuestra atención de lo verdaderamente importante, de lo que puede mejorar la vida de la gente. Nos falta madurez individual y social para ser capaces de identificar estos artefactos de distracción que remueven las pasiones más bajas y nos distancian de lo esencial. A día de hoy, algunos contemplamos con tristeza y vergüenza el nuevo resurgir de corrientes ideológicas que parecían sujetas a nuestro pasado más oscuro y que no deben ser tomadas a broma. Parecía una lección aprendida pero no dejamos de sorprendernos. Parece que no aprendemos. No aprendemos porque la capacidad de ampliar nuestra conciencia más allá de nuestras necesidades individuales requiere de una madurez espiritual que nos permita ver al otro como parte de un todo, del que también formamos parte.

Desde el punto de vista psicológico y sociológico, esto tiene explicación en las características del ‘Yo’ individual y social. Nuestro ‘Yo’, condicionado en base a la experiencia y edificado con constructos mentales que tratan de aportarnos seguridad, puede defender lo indefendible cuando se trata de sobrevivir. Para el ‘Yo’, sobrevivir significa ser fiel a su condicionamiento, a aquello con lo que se identifica, por insolidario, injusto o radical que sea.

Y en esa necesidad de sobrevivir, nuestro 'Yo' puede sorprendernos gritando: "¡Vete al médico!" de forma despectiva en medio del Congreso. ¡Si, señor!, si lo necesitamos, iremos al médico e incluso al psiquiatra.

Se puede obtener más información en Ejea Sociedad Cooperativa de Iniciativa Social. Servicios en Salud Mental Comunitaria. Teléfonos: 976 667 809 o 976 662 624.