Cuando atravesamos el Puente de Piedra y nos encontramos en su orilla izquierda con el barrio del Arrabal, nada hace pensar o presagiar al visitante que entre sus modernas edificaciones se esconde un Casco Histórico único en la ciudad. Tras esta muralla de edificios residenciales y desde la calle Sobrarbe podemos acceder al interior del Casco Histórico del Arrabal a través de las calles Horno, Ibort y Villacampa y descubrir que en apenas 20 pasos hemos retrocedido varios siglos en la historia.

En este sentido, es preciso subrayar que el Casco Histórico del Arrabal, desde el siglo XIII y hasta bien entrado el siglo XIX, fue un núcleo de población de carácter eminentemente agrícola. Y, en la actualidad, los modos de vida de esta sociedad tradicional encuentran su reflejo material en el viario, parcelación y tipos edificativos. Ejemplos de ello serían la plaza de la Mesa, en el pasado lugar de contratación de jornaleros para las tareas agrícolas y que en nuestro presente sigue manteniendo las características urbanísticas y arquitectónicas de los siglos XVII y XVIII; o la plaza del Rosario, que conserva en su parcelario un amplio abanico de colores en las fachadas, dotándola de una personalidad propia que hace que te sumerjas en la historia.

TESTIGO DE LA HISTORIA

Pero de camino entre una y otra plaza, podemos realizar un paseo por este hermoso parcelario, disfrutando además de elementos testigos de su historia. Hablaríamos del escudo de Broqueleros (único en la ciudad) de 1766, otorgado a sus moradores como reconocimiento a su participación en el motín del pan y que esta en la calle Villacampa. Los murales del General Villacampa y del Tío Jorge, héroes de los Sitios, en la plaza del Rosario. La placa de la casa del Tío Jorge en la calle Ibort y que fue inaugurada en 1908 por el rey Alfonso XIII. Y un paseo por la calle Mariano Gracia nos invitará a encontrar tres pequeñas ranas en sus fachadas, recuerdo de su primitivo nombre de calle Cantaranas. Especial reseña merece el Callejón de Lucas, única calle cubierta de la ciudad de Zaragoza, que desde la calle Horno nos adentra en un rincón espléndido ejemplo de la arquitectura tradicional popular aragonesa. Culmina este entorno la Iglesia de Altabás y el Balcón de San Lázaro, que merecen capítulo aparte en esta serie de rutas.

Como vemos, El Rabal contribuye a explicar la evolución de nuestra ciudad desde una perspectiva histórico-etnológica y presenta una singularidad exclusiva que permite diferenciarlo dentro del Conjunto del Casco Histórico de Zaragoza.