Los trabajos para construir el paso subterráneo proyectado para la autovía de Huesca, bajo la rotonda de la MAZ, ya han comenzado. Lo hicieron a finales del mes de agosto. El inicio de su ejecución ha supuesto la reducción de carriles en ambos sentidos, pasando de dos a solo uno, que ha acarreado importantes afecciones en el intenso tráfico que soporta cada día esta vía. Muchos de ellos, los que se desplazan hasta los municipios del Bajo Gállego.

El Ministerio de Fomento y el Ayuntamiento de Zaragoza finalizarán estas obras precisamente para acabar con las retenciones que se producen en horas punta en este punto de la autovía, al mismo tiempo que atienden a las numerosas quejas del barrio rural de San Gregorio, que soporta el tráfico en sus calles de aquellos conductores que evitan pasar por la rotonda.

La actuación tiene por objeto la construcción de un enlace a distinto nivel mediante un paso inferior de la autovía Mudéjar o A-23, bajo la rotonda, justo en la entrada a Zaragoza por la carretera de Huesca. A la glorieta acceden cuatro ramales de acceso y salida, además de la A-23: a la avenida Academia General Militar, un camino de servicio y el vial hacia el Parque Goya y el Campus Río Ebro.

Muchos problemas

Desde su construcción en el año 2004, la glorieta situada en la autovía Zaragoza-Huesca ha estado rodeada de polémica debido, en parte, a los continuos atascos que padecen a diario los conductores que transitan por allí. Se comprobó enseguida que las retenciones de tráfico aumentaban todavía más y que la construcción de este paso giratorio acrecentaba el problema. Sin ir más lejos, el año pasado, un estudio reflejó que la rotonda provocaba un aumento de entre el 40 y el 50% de tráfico, al margen de la excesiva contaminación acústica y medioambiental en la zona.

La solución quedaba todavía por resolver. Los usuarios siempre han sido partidario de una vía soterrada que diferenciara el tráfico urbano del que se genera entre Zaragoza y Huesca. Al final, la opinión generalizada se ha tenido en cuenta y las obras son ya una realidad.

La puesta en marcha de este paso subterráneo reducirá el volumen de vehículos y agilizará el tráfico para los usuarios que utilizan habitualmente el corredor de Huesca, los que se desvían al Actur o los que se dirigen al hospital Royo Villanova, el centro médico de referencia para los vecinos del Bajo Gállego.

Aunque, hasta que el nuevo paso subterráneo sea una realidad, habrá que soportar un tiempo las molestias que generan las obras, un proyecto que tiene un coste de 12,6 millones de euros. El plazo de ejecución establecido es de 10 meses, en los que los conductores tendrán que volver a armarse de paciencia ante el denso tráfico.