Borja ha vuelto a organizar y a disfrutar de su festival de jazz, el segundo de la comunidad en cuanto a antigüedad e importancia que ha alcanzado ya su vigésima edición. Un logro que no es casual, sino fruto de diversos factores. El principal: el compromiso decidido de los que forman el equipo de trabajo, desde el alcalde Eduardo Arilla, el concejal de Cultura Jorge Jimenez, Chus Fernández con el diseño y la dirección, hasta los técnicos y ayudantes. Todos ellos son conscientes del cada vez más exigente criterio de los ciudadanos que han visto pasar por los escenarios de la ciudad a figuras de primer nivel. Aspectos muy cuidados en el último ciclo que parte del Retomamos el Jazz de 2015 y que solo tuvo un paréntesis obligado en 2020.

Hay varios elementos que los responsables de Borja en Jazz consideran fundamentales y que se resumen en dos: hacer un festival de calidad y que todos los que participen se sientan como en casa.

Fiel a esos ideales, se ha logrado cuna programación con una cantidad de músicos de indudable categoría: desde el trío formado Damien Schmitt (baterista de la Tv francesa y presente en los más prestigiosos festivales de jazz ), Jorge Vera y Tomás Merlo, a los responsables de abrir las jam session (David Fernández, Rubén Andreu y J.R) y a todos participantes en la misma. A pesar del horario insólito de las jam, se llenaron las terrazas del parque San Francisco.

Pamplona Jazz Big Band, plagada de músicos y cantantes de los que se oirá hablar en un futuro cercano, precedió a Patax en el campo del Toro el sábado 24, escenario central que había acogido el día anterior a Gradus Jazz y el súper trío Schmitt-Vera-Merlo.

Que en cada concierto se pidieran bises y que un aficionado comente que un «telonero» como Gradus Jazz, es lo que más le ha llamado la atención, demuestra que no ha habido un solo músico en los cuatro días que ha durado esta edición, que no tenga méritos suficientes para estar presente en cualquier programa de cualquier festival internacional.

El escenario mas íntimo, la plaza del Mercado, donde comenzó en 1997 «el Movidón del Jazz» , fue el espacio para abrir y cerrar esta vigésima edición. El día 22 de julio Monkayo, el grupo de jazz más longevo de nuestra tierra, dio inicio a Borja en Jazz y completó el programa del primer acto Marta’s Way, banda que tiene al frente a las hermanas Marta y Candela, que siguen la saga Marín, con músicos de Aragón y Navarra.

La clausura, como es habitual, la protagonizó el gospel. Es un cierre obligado en una ciudad que acoge desde hace cuatro décadas las Jornadas Internacionales de Canto Coral. De nuevo Ramón Escalé, especialista en el arte de dirigir coros, presentó un repertorio de gospel clásico con algún guiño a la Tamla Motown, al frente de un excelente coro de nueve voces.

Prácticamente todos los estilos que forman parte de la banda sonora del siglo XX y lo que llevamos del XXI han tenido su representación en esta vigésima edición. Gospel, blues, dixieland, swing, Bop, vanguardia y mestizajes como el programa dedicado a The Beatles en clave de jazz latino y flamenco del grupo Patax, que hicieron difícil respetar la norma de no bailar. También casi todos los instrumentos, incluido el stick-bass con el que Tomás Merlo dio ejemplo de lo que un virtuoso puede contar con este «palo» de doce cuerdas.

El premio Borja en Jazz 2021 se concedió a Domingo Buesa, que siendo director general de Cultura del Gobierno de Aragón en 1997 propuso y apoyó la creación de un festival de jazz en Borja, en memoria de Miguel A. Bordejé.

Según el director de Borja en Jazz, Chus Fernández, «la intención de no despistarnos de la responsabilidad que tiene que un festival sea de jazz, invita a reunirse con todos los que han dado lugar a un evento realista, y pensar en el próximo Borja en Jazz, repasando aquellos detalles a mejorar». Fernández asegura que después de 25 años el festival «tiene que seguir yendo ir hacia arriba (todo lo que no va hacia arriba, tiende a caer)», trabajando igual o más que hasta ahora.