Los peores augurios se ciernen una vez más sobre el Golfo Pérsico. El Gobierno de EEUU no deja de expresar su ciega determinación de desencadenar, con el apoyo de sus aliados, un definitivo ataque de carácter preventivo contra Irak. En la escenificación previa a esta intervención armada, la ONU, sus resoluciones y la actuación de sus inspectores en territorio iraquí vienen siendo manipuladas de forma particularmente grosera y prepotente. Mientras las supuestas armas de destrucción masiva en poder de Husein no aparecen por ninguna parte, las amenazas de la Administración norteamericana se multiplican en evidente preparación de una guerra cuyo motivo real y evidente no es otro que el control estratégico de las reservas de petróleo. Un enfrentamiento bélico como el que se anuncia desestabilizará todavía más la ya terrible situación de Oriente Medio, arruinará el crédito que aún pudiera tener la ONU, profundizará en el foso que separa a las civilizaciones, fracturará la unidad de Europa y, al primar el uso de la fuerza sobre el diálogo, incrementará la inseguridad en el mundo actual. Pero lo peor de todo es que esta absurda y desigual batalla va a cobrarse un horrible tributo de vidas humanas llevando al paroxismo los sufrimientos del pueblo iraquí al que, en un alarde de cinismo y crueldad dialéctica, se pretende liberar. Estas y otras muchas razones son suficientes para que la opinión pública mundial se movilice y frene una escalada bélica demencial y sin sentido, como hoy estamos haciendo aquí. Si la iniciativa vuelve a los ciudadanos, la guerra puede ser parada. Todavía estamos a tiempo de hacernos oír y de advertir a los poderosos, incluido nuestro propio Gobierno, de que no queremos un planeta desgarrado, inseguro y manejado por la razón de la fuerza; que no admitimos la inevitabilidad de ésta ni de ninguna guerra, y que la paz y la justicia son objetivos esenciales aunque resulte difícil alcanzarlos. Sr. Aznar, tome nota. Si le queda un mínimo de decencia democrática escúchenos. Nosotros somos el pueblo, nosotros somos la voz de la mayoría. Estamos determinados a expresar nuestra oposición a la guerra contra Irak que preparan, así como nuestro más decidido apoyo a las alternativas de diálogo, a la transparencia informativa y al imperio del Derecho. Esa es la única forma de enfocar unas relaciones internacionales razonables y equilibradas. Exigimos del Gobierno respeto a la voluntad popular y el abandono de su actual sometimiento absoluto a los dictados de la Casa Blanca. Demos una oportunidad a la paz. No a la guerra, no en nuestro nombre, no con nuestro silencio.

Texto de JOSE LUIS TRASOBARES.