El ardor de más de 150.000 neoyorquinos opuestos a la guerra contra Irak calentó ayer las congeladas calles de Nueva York donde, desafiando los cinco grados bajo cero del mediodía, la variopinta ciudadanía de esta gran urbe se unió a las de muchas otras ciudades del mundo, y a otras 250 de Estados Unidos, para parar la guerra de Bush.

"Estamos todos juntos en esto", decía una de las miles de pancartas que pespuntearon la Primera Avenida a un paso de la ONU, entre señoras con abrigo de visón, inválidos en silla de ruedas, familias con niños de rostro angelical y semblantes de todos los colores, edades y procedencias sociales.

"Estoy muy irritada"

"Yo he venido porque estoy en contra de la estampida de la Administración de Bush para entrar en guerra", explicó a este diario Mary Widmer, que se desplazó desde el norte del estado de Nueva York para estar presente en "esta protesta histórica". "Estoy muy irritada porque me temo que no voy a poder evitar el ataque", comentó, frotándose la manos para intentar entrar en calor.

Las abuelas de Rochester

Las Abuelitas Airadas de Rochester, que acudieron forradas de la cabeza a los pies y con los mandiles puestos, formaron un corro para entonar letrillas satíricas contra el presidente Bush, al ritmo de las canciones populares de los años treinta. "Niño Jorgito (Georgie Boy), ¿por qué quieres ir a la guerra, ha llegado el momento de que crezcas y te dediques a la paz", cantaban a voz en grito.

Aunque el municipio neoyorquino puso todos los obstáculos posibles a la celebración de esta protesta por la paz, al final tuvo que autorizarla, pero restringida a un corto recorrido de apenas veinte calles de la Primera Avenida de Manhattan, entre la 52 y la 72. Incluso prohibieron que el desfile de los manifestantes pasase frente al edificio de las Naciones Unidas, situado a poco más de seis manzanas del inicio del recorrido, esgrimiendo razones de seguridad. Pero todos los planes de contención de los pacifistas se vieron frustrados, porque los manifestantes se desbordaron hacia las avenidas Segunda y Tercera, que se encuentran en el centro de Manhattan.

"Estoy seguro de que esto va a tener efecto sobre Washington", dijo a este diario Ira Stulbaun, un asistente social, que llegó desde Brooklyn, y criticó sin piedad "los 200.000 millones de dólares que va a costar la guerra, cuando los necesitamos para crear empleo, curar a los que tienen SIDA, para escuelas, para proteger el medio ambiente". Este argumento, junto al puro y firme rechazo a la guerra, estuvo en boca de muchos de los oradores, porque "tampoco va a poner fin al terrorismo", como dijo Estelle Ubell, que se declaró "contra esta guerra en Irak, y en cualquier parte del mundo".

En una ciudad como Nueva York, estremecida todavía por los atentados del 11-S y perpetuamente temerosa de que se repitan, la presencia de Familias del 11-S en Favor de Un Mañana Pacífico en el podio de oradores arrancó lágrimas y enardecidos aplausos de la multitud.

´No´ a la violencia

"Hemos venido para decir bien alto ´no´ a la violencia", repitió uno de sus miembros, presentados por la actriz Susan Sarandon, que fue recibida por los manifestantes con grandes muestras de cariño. "Esto es una democracia", dijo sonriente a los presentes, llegados en algunos casos de lugares como Nueva Jersey, Boston o Washington.

"La Paz es Patriótica", decía una gran pancarta, mientras la multitud cantaba "¡Sí a la paz!, ¡Abajo con la guerra!". Cuando se anunció que millones de personas se estaban manifestado en Europa, la Primera Avenida estalló en pitidos, aplausos y gritos de júbilo. Se esperaba a los actores Danny Glover y Harry Belafonte, pero lo que más se esperó fue una señal de que su protesta cala en Washington.