Adolfo Monterde, natural de Zaragoza, de 36 años, llegó acompañado de su novia a la parada del bus turístico, en la calle Don Jaime, el pasado viernes a hacia las 21.15 horas. Carmen Ospina, de 38 años, su novia, es colombiana. Lleva dos años en Zaragoza, pero todavía no conoce la ciudad. "El único recorrido que hago es de casa al trabajo y del trabajo a casa", confesó.

Con intención de enseñarle otros rincones, Adolfo decidió comprar dos billetes para dar un paseo nocturno. "La verdad es que yo tampoco conozco todos los lugares de la ciudad". A la pareja le siguieron otras doce personas.

Entre tanto, una estudiante de Turismo, María José Hinojosa, de 20 años, se preparaba para hacer de guía. "Muchos piensan que en el recorrido nocturno no se ve nada. Sin embargo, es mejor por la temperatura y la iluminación". Lo mismo opinaba el chófer, José María Ferrando, satisfecho con el recorrido mientras cobraba el billete a los usuarios: "Es un viaje muy majo. La única pega es que los buses no tienen aire acondicionado".

A las 21.30 el motor se puso en marcha y del radiocasete empezaron a sonar jotas aragonesas, que alternaban con las explicaciones de María José Hinojo.

En la parte superior del bus viajaban dos amigas, ambas de Zaragoza, Lidia Mayeyo, de 67 años, y Pilar Rubia, de 65. "Al ser abuelas, tenemos todo el tiempo del mundo para nosotras", indicó Lidia mientas sacaba la cámara de fotos. "He venido unas tres veces, pero me divierto", añadió su compañera.

El recorrido es una forma de pintar Zaragoza a pinceladas. Ante los ojos de los viajeros pasan de manera fugaz la escultura de La Complicidad o la de aquella campesina que duerme.

También, edificios modernistas o racionalistas. María José, explica a su vez lo que no entra por los ojos: "La sede del Gobierno de Aragón era la antigua Casa de la Misericordia, donde se alojaba a los mendigos".

Junto a la Aljafería, el bus realiza una parada. "A partir de ahora es cuando más gente se espera, tanto de España como del extranjero", adelantó María José. De hecho, respecto del año 2001, hubo un incremento del 39% en el número de usuarios.

Zaragoza no sólo es El Pilar, ni una "ciudad de paso". Los aragoneses lo saben perfectamente. También, los que se bajaron del bus. "Ahora me toca visitarlo todo con más tranquilidad", dijo la colombiana Carmen.

Algunos de los que suben tienen ya tienen pistas de que Zaragoza esconde algo más. Como Dod Hodum, neoyorkino, de 50 años, que integraba el grupo de 28 personas que esperaban para el bus de las once de la noche. Llegó el viernes a Zaragoza y el sábado partía para Burgos. "He venido para ver algo más que El Pilar. Ya he descubierto, por ejemplo, que esta es una tierra de carne", indicó riendo.