Los minutos previos marcaban día grande. Marcelino Iglesias, el único presidente de la DGA que ha aprobado una reválida, se presentaba al último examen de secundaria en una precampaña en la que todos se juegan algo: estar solo, volver a estar, estar al lado del que esté, seguir estando o estar. Casi ná. La temperatura subía. Media docena de diputadas --concentradas en los bancos del PSOE y el PP, aunque pronto se les unió el aragonesista Antonio Ruspira-- le daban al abanico desde que el presidente empezó a hablar. La tensión duró poco.

El hombre tranquilo apabulló a los diputados con un denso y tecnocrático discurso plagado de datos cuya lectura apenas le permitía levantar la vista del papel algún instante, aunque en la tele pareciera otra cosa. El efecto fue como el del anticiclón, ese fenómeno atmosférico que si coge la niebla hace que no se vaya y si coge calor hace que se quede donde está. Tuvo un aire calmoso, cansino: ni palmas ni pitos.

La práctica totalidad de los parlamentarios siguió con atención --muchas notas en el PP, menos en CHA-- y en silencio el discurso presidencial. Al jefe del PP, Gustavo Alcalde, se le vio bostezar cuando se refería al futuro de Pla-Za. Sólo el popular Antonio Torres y el socialista Jesús Miguel Franco protagonizaron un amago de rifirrafe al decir el primero que "no hay fecha" para el retorno del arte sacro oscense que retiene Lérida y responder el segundo que "eso lo dirás tú" (el Barbastro juega en casa el 17 de diciembre con el equipo catalán, pero no está previsto que vayan a traer ninguna obra en el autocar). El diputado más comunicativo fue el bilbilitano Fernando Martín, que cuando no cuchicheaba con su compañero de mesa José Pedro Sierra o le enseñaba un sms, se lo mostraba al presidente de la cámara Francisco Pina. Ramón Laplana fue uno de los pocos que sonrió, cuando su jefe recordó que está en marcha la transformación en regadío de una zona de La Fueva (su pueblo).

Iglesias, vestido con tonos tenues, que transmiten sosiego catódico, optó por la calma --Ángel Cristóbal Montes y María Paz Alquézar se sobresaltaron al caer entre sus escaños desde la tribuna de prensa el bic que se le escapó de las manos a un periodista--. Para evitar estridencias, incluso dejó de leer unas palabras de la versión oficial de su discurso: las que indicaban que existen algunas cuestiones "de las que no podemos estar satisfechos". Solo dijo que "me preocupan especialmente". Hoy es San Juan Crisóstomo, patrón de los predicadores. A ver qué tal.