"Nos han echado a la calle como si fueramos perros". Así de rotundo se muestra Manuel Giménez, tras el desalojo que ayer por la mañana obligó a nueve familias gitanas, entre ellas la suya, a abandonar la nave que desde hace dos años ocupaban en el polígono industrial de Cogullanda. Ahora se han instalado en medio de la nada, en el camino Cogullana. "Nuestro techo es el cielo", se apena Giménez. Su primera noche, además, la tendrán que pasar bajo la amenaza del huracán Gordon que entró ayer en la península.

"Sin agua, sin luz y sin refugio", esta es la descripción del nuevo hogar de estas seis familias, un total de 25 personas. "Las condiciones higiénicas brillan por su ausencia", declara Giménez. "Tenemos que coger el agua de una gasolinera cercana", apunta.

Giménez, cabeza de familia, ha sido operado recientemente de corazón, ha sobrevivido a cinco bypass, su mujer está enferma. "Tiene diabetes y se está quedando ciega", declara.

Además, uno de sus seis hijos tiene problemas de bronquios, "durmiendo en el suelo y a la intemperie seguro que terminará cogiendo neumonía", lamenta Mª Isabel Giménez, esposa de Manuel. Ella tiene depresiones desde que se enteró de que los iban a desalojar y siempre lleva consigo una bolsa repleta de medicinas para su esposo e hijo. Sin embargo, su máxima preocupación son sus nietos: "Tengo diez nietos, no quiero que se críen así, rodeados de tanta suciedad". A pesar de la adversidad, esta abuela manifiesta que sus pequeños no van a dejar de ir a la escuela. "Sé que en el cole lo pasan mal porque los payos les insultan porque huelen mal y no quieren jugar con ellos, pero seguirán asistiendo", asevera.

Esta misma preocupación la tiene Encarnación Moreno, madre de cinco menores. Una furgoneta, "que gotea cuando llueve", dos colchones y cuatro cazuelas son casi todas su posesiones. Su marido está enfermo y Moreno afirma estar pasándolo muy mal. Para colmo una de sus hijas, Mª Isabel, de 16 años, espera un hijo. "Hay dos mujeres embarazadas aquí, esto no es lugar para tener una criatura", expresa. "Solo pedimos que alguien nos ayude", denuncia Moreno.

La falta de ayuda es una queja común; todos aseguran que nadie les ha echado una mano. "La Asociación de Gitanos ni siquiera se ha presentado durante el desalojo. Nos ha dejado solos. Fortuna, el anterior presidente de la asociación es el único que está apoyándonos", sostienen.

Estas familias se ganan la vida recogiendo chatarra, algo que, tal y como afirman, "no da para mucho".