Llegará un día en el que el agua subirá de nivel y encontrarás una carrera hecha a tu auténtica medida". Es el único consejo que Barack Husein Obama (Hawái, 1961) recuerda de una de las cartas de su padre fallecido. Una premonición. La crisis y los ocho años de George Bush tienen a los norteamericanos con el agua al cuello. Enfermos. Y Barack (el bendecido, en suajili) es el chamán. Como su abuelo keniano, Husein Onyango Obama.

Reconocen en el político demócrata la chamanista capacidad de modificar la realidad los norteamericanos que lo votaron y los extranjeros, que no lo hicieron pero les hubiera gustado. A todos nos ha seducido y ante todos ha escenificado su poder. La luz, la pureza, la perfección, la seguridad. Todo reflejado en sus camisas blancas, impecables bajo sus trajes o remangadas por debajo del codo. Solo camisas blancas para sus rituales políticos. Y su voz que, de no verlo, identificas con un hombre más corpulento o más mayor. Una voz al servicio de una brillante dialéctica en un perfecto inglés, casi británico si esto no fuera una ofensa para los estadounidenses. En el cuerpo de felino en guardia, el índice de su mano derecha dirigiendo con firmeza su primera rueda de prensa, tras ganar en noviembre. "Encontrarás una carrera hecha a tu medida".

Ocho meses antes, Callie Shell retrataba para Time la lucha, la perseverancia, la cercanía con la gente: las suelas agujereadas de los zapatos de Obama en plenas primarias contra el poder, entonces Hillary Clinton. Al hombre de mirada penetrante no cuesta mucho imaginárselo fregando los platos y haciendo los deberes con sus dos hijas.

El nuevo chamán lleva los ungüentos y los talismanes en su ADN, en su vida, en la historia de EEUU. Y fuma desde hace 20 años, porque en sus venas corre sangre del tercer mundo, donde el humo del cigarrillo es el más sano que se respira. En su ADN es nieto de un chamán keniano; hijo de un brillante economista negro, musulmán y polígamo; nieto también de una pareja de Arkansas emigrada a Hawái que vivió las dificultades de la clase media; hijo de una blanca idealista, que se emparejó con un keniano y un indonesio. Su elegancia natural. Por su vida han pasado países (Kenia, Indonesia), el abandono de su padre, un montón de hermanastros, un padrastro, negros, asiáticos, religiones varias, barrios deprimidos como el South Side de Chicago, niños pobres, jóvenes ricos en Harvard, el oasis de los congresistas, el 11-S, la Blackberry. Descendientes de esclavos, como su mujer, Michelle; descendientes de sagas que figuran en los libros, como la de Kennedy. Los primeros verán lo que hace casi 50 años era un sueño y los segundos, tras dar el primer presidente católico al país, volverán a entrar en la historia por su contribución --tal vez maquinación-- a sentar al primer negro en el Despacho Oval. Toni Morrison, la primera mujer negra que logró el Premio Nobel de Literatura (1993), apoyó a Obama con estas palabras: "Usted posee algo que no tiene nada que ver con la edad, la experiencia, la raza o el género. Ese algo es una imaginación creativa, que acoplada con la brillantez equivale a sabiduría". La del chamán, claro.