El gran personaje del año también podría ser elegido como el gran borde del año. El tipo más fascinante que ha dado el cine ibérico, el mutante de la pantalla que es capaz de reencarnarse en Reynaldo Arenas y superarlo, el salvaje sin sentimientos de los Coen se llama Javier Bardem y tiene alma de niño. ¿Por qué es tan esquivo con la prensa, con los humoristas brillantes que hacen late shows? La respuesta solo la tiene él. Se intuyen los motivos, aunque el actor confunde quién es realmente el enemigo.

Hace unos meses descubrí a Bardem camuflado muy cerca del Retiro, en Madrid. En el cruce de la calle de Velázquez un peatón de paso acelerado se saltó el semáforo. Como las estrellas del fútbol que no quieren que les incordien, el tipo se defendía con un móvil y sorteaba los taxis de mala leche madrileña sin dar tiempo a que el muñeco cambiase del rojo al verde. A pesar de que vestía con pantalón de chándal, chaleco acolchado y una gorra de béisbol doblaba la visera para ocultarle, dejó una estela que siguieron todos los que esperaban en la acera. Me dieron ganas de gritarle "¡Eh, Bardem! ¡Te queremos, tío!". Pero igual me propinaba una bofetada. No me extrañó que caminara como huyendo por Salamanca, el barrio que tanto insultó a los actores que gritaron "no a la guerra". De aquí debe venir su alejamiento de la ciudad de Gallardón y las largas estancias en la Barcelona del anonimato. A Javier Bardem le han atacado con saña desde la derecha mediática. Qué más daba que hubiera triunfado en el cine internacional, qué chorrada ser el primer actor español en conquistar un Oscar.

Majaderías

A un maldito rojo hay que machacarle hasta dejarlo sin aliento. Bastaría visitar la hemeroteca para revisar la sarta de majaderías que le dedicaron al hijo de Pilar Bardem aquella mañana de febrero en que madrugamos con su triunfo en Hollywood.

El cabreo de Bardem venía de lejos y se incrementó con la portada de ¡Hola! que saludaba desde los quioscos con el romance con Penélope Cruz. El cielo azul y el mar transparente de las islas Maldivas donde se refugió la pareja después de que descubrieran en casa de una amiga barcelonesa que la atracción mutua revivía años después de que chocasen sus cuerpos casi adolescentes en el rodaje de Jamón, jamón. De Bigas Luna a Woody Allen. Vicky Cristina Barcelona volvió a juntarles. El verano anterior, la película del filósofo neoyorquino puso patas arriba la capital catalana.

Tras el Oscar, Bardem confesó en Berlín el pánico que le produce el mar. Durante el rodaje de la película de Allen se escapó con un amigo para navegar en un patín de vela. Un golpe de viento lo arrojó al agua y creyó que se moría. Los tripulantes de un velero italiano lo rescataron y pasó del llanto a la carcajada cuando escuchó a uno de sus salvadores: "Tú eres el protagonista de Mar adentro". Ironías de la vida y una fobia al agua de la que, cuentan algunos amigos, aún no se ha recuperado. Al parecer tardó varios días en poder verbalizarlo y cuando la mujer que lo escuchaba quiso quitarle importancia al suceso le pegó una bronca durísima de la que se arrepintió al descubrir que el grito huracanado le conducía a la terapia. Quién sabe si habrá pedido a Allen que le preste el diván. Mientras tanto sigue rodando (otra vez en Barcelona con González Iñarritu) y escondiéndose de la prensa (malditos periodistas).